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IX.

"Creo que no te quiero, que solamente quiero la imposibilidad tan obvia de quererte. Como la mano izquierda enamorada de ese guante que vive en la derecha." – Salvo el crepúsculo.

─¿Qué estamos haciendo aquí?

─Tú lo sabes.

─¿Vas a contarme lo del sábado?

─No sin antes escucharte a ti. ¿Lo de Eugenia, por ejemplo?

Alba miró hacia un lado y contuvo la respiración.

─No hay nada que decir Julián.

─Entre más rápido me digas, más pronto podrás interrogarme.

─Julián... no es algo que me guste reconocer. Estaba armándole un gran drama porque... se volvió a enredar... con el mismo tipo. Ya no la soporto.

Alba hablaba como si tuviera un nudo de quince centímetros atorado en la garganta. ¿En serio pretendía que no me diera cuenta que su motivo de discordancia el hecho de que me hubiera apretado a Eugenia cinco minutos antes de su conversación y que ella nos hubiera visto?

En serio lo pretendía.

─¿No puedes dejarlo ir? Dijiste que no era como que si quisieras casarte con el tipo.

─No entiendes nada de lealtad a la amistad.

─Bueno, la gente decía cosas.

Alba entró en pánico, lo vi en sus ojos. De seguro pensó que la había traído a este parque para confesarle que ya me había dado cuenta de sus sentimientos hacia mí y que terminaría nuestra amistad, o por el estilo.

─Decían que Eugenia y tú estaban peleando por Enrique, que ese era el hombre de sus discordias.

A Alba le regresó el alma al cuerpo, pude verlo en su expresión. Para pasarme de gracioso, ya había sido bastante cruel con ella. Luego que por qué me va mal.

─¿Se la creyeron?

Nadie estaba tan sobrio y fui yo quien empezó el rumor. Por supuesto que se la creyeron.

─Me dio la impresión que sí.

─¡Qué bueno!─ dijo, aliviada.

─¿Bien?

─No me hagas decirlo.

No le dije nada y enganché sutilmente la ceja.

─No era por Enrique, para nada. Él es mi amigo. Es sexy como el infierno, y definitivamente pasaría una noche con él, pero no es la razón por la que me enfrento a Eugenia. No te diré el nombre, ni siquiera lo conoces. Luego empezó con el repertorio de siempre, de que es la peor persona que existe, luego le dolió lo sola que se siente porque está lejos de sus padres y luego terminamos llorando las dos. Ya sabes lo que hace el alcohol a las mujeres.

─Y a los hombres... si hubieras visto el ridículo entre Enrique y Diego.

─¡No te creo!

─Ya te enterarás bien.

─Bueno, es tu turno. Soy toda oídos.

─¿Qué se supone que sabes?

─¿Para cambiar la historia a tu conveniencia?

─Para no inventar algo que insulte tu inteligencia y luego te enojes conmigo y hagas un gran drama al respecto.

─Digamos que no me di cuenta de que estás manipulándome.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora