XXII.
"La última primera vez que la vi / estaba de espaldas / -cómo no, ella siempre delante del mundo-, / y me tembló cada huella. / Se giró / y con ella mis palabras, / y nos abrazamos, / como se abraza al futuro quien ha perdido demasiado / a cambio de poco." –La última primera vez.
Antes de abrir los ojos, tuve el recuerdo del callejón oscuro frente a mi casa. Los golpes y la sangre. Las cosas que se dijeron, como si fuera un mal sueño que estuviera reviviendo.
Todo me dolía. Y no sólo físicamente. Ese olor lo conocía bien, era la emergencia de un hospital. Con las bacterias fermentándose en el aire acondicionado. Abrí los ojos y estaba mi pequeña y asustada hermana menor. El aire me faltó.
─¿E-estás bien? ¿Qué pasó?─ dije.
Astrid se abrazó a mi cuerpo y empezó a llorar. De seguro creyó que la reprendería, pero la verdad, a estas alturas sólo quería pedirle perdón por haberla descuidado tanto.
─Tranquila, sólo quiero ayudarte enana. Eso es todo lo que quiero. Que estés bien, así tenga que dar mi vida.
─Todos estaban tan borrachos─ apenas murmuraba y su voz era quebradiza─. Empezaron a golpearse y yo llamé a la policía. Te golpearon mucho, por favor Julián, perdóname. Todo esto es mi culpa. Lo arruino todo.
Esas eran frases que habían sembrado en su cabeza, y en serio, cuando saliera del hospital, lo mataría con mis propias manos. Discutir con ella sería inútil, pues no lograría sacarla de su error. Lidiaría con la psiquis de Astrid luego.
─Necesito que te concentres. ¿Qué pasó luego de que me noquearon?
─Yo había llamado a la policía antes de que él... dijera esas... terribles cosas.
Astrid estaba temblando.
─Pero nadie llegaba, porque nadie me cree.
Esta vez se cubrió el rostro con las manos y empezó a sollozar. Yo tenía el alma partida en dos. Astrid estaba cayéndose a pedazos y yo no encontraba nada que hacer. Estaba desesperándome.
─Astrid, lidiaremos con eso luego. ¿Qué más pasó?
─Uno de esos tipos te golpeó en la nuca muy fuerte, mientras ahorcabas a P-Pablo. Creí que te habían matado. Yo no sabía qué hacer, quería ir a verte pero tenía mucho miedo de que me llevaran con ellos. Siguieron golpeándote y llegó la policía. Por fin. Se los llevaron porque les di mi declaración. Luego te trajeron al hospital. No respondías y yo he estado esperando lo que parece una eternidad a que despiertes. Si algo te pasaba por mi culpa, yo...
─Nada de esto es tu culpa, enana. Yo debí estar ahí para defenderte, para estar pendiente. Últimamente siento que todo me sale mal, incluida tú. Por favor, perdóname.
Astrid enterró el rostro en la camilla donde me encontraba y yo no podía sentirme peor. Mi pobre hermanita estaba tan deshecha y yo no tenía ni idea que cómo ayudarla. Debí haber estado ahí, maldita sea. Una y mil veces.
─Debiste decirles que querían robarme. Para evitarnos lo que se viene.
─Quiero a ese infeliz lo más lejos posible. Mentir es lo que me tiene aquí, lo que hizo que todo estuviera mal. Debiste contarles a mis papás de cuando nos viste.
─¿Eso pasó después, verdad?
Astrid asintió. Sus mejillas eran caminos rojizos, marcados por dos surcos que veían rodar lágrimas. Una tras otra.
─No debiste, enana. Íbamos a entender. Mamá y papá iban a estar molestos por unas dos horas, pero luego te habrían dado todo su amor. Porque eso es lo que hacen.
─No quería decepcionarlos.
─Mira cómo terminó todo. Sacrificaste tu integridad como mujer por complacerlo a ese imbécil, por no defraudarnos y no fuiste fiel contigo misma. Ese niño no se merecía morir.
Astrid era muy inmadura aún y no podía comprenderlo. Demonios, yo estaba teniendo un momento duro intentándolo.
Astrid estaba inconsolable, así que puse mi mano sobre su espalda. Creo que ella nunca podrá reponerse de esto, ni yo perdonármelo. Todo, el algún nivel también era culpa mía.
─¿Qué hora es?
─Son casi las seis de la mañana.
─Estuve fuera por un largo rato.
─¿Te sientes bien?
Me sentía como mierda, pero no podía poner más peso sobre sus hombros.
─Ya me pondré bien, tranquila. ¿Y papá y mamá?
─N-no. No saben.
─Cuando regresen, es mi responsabilidad decires, Astrid.
─Ya lo sé.
─La peor parte la llevaré yo, tranquila. Por no haberles dicho lo que vi hace meses, y por no llamarlos pronto ahora.
─Lo siento...
Le expliqué cómo tenía que proceder con mis papeles en el hospital y le dije que la acompañaría luego a la delegación para terminar el proceso legal.
─Cierto. Tienes una visita.
─¿Mis amigos se enteraron ya?
─Es una chica.
Me paralicé. Quizás Raquel había regresado de su viaje y me había ido a buscar. Quizás era la chica de la noche anterior. Quizás era la mitad de mujeres de Santana. Mi corazón empezó a latir fuerte.
─Llegó hace unos veinte minutos.
─Bastante temprano. ¿La llamaste?
─Mejor dejo que ella te cuente.
Debí adivinarlo, pero algo en mí quería negárselo. Porque no era Raquel, ni ninguna otra. Era ella, por supuesto que era ella.
Tenía el cabello trenzado y estaba pálida. Se acercó a mi cama y me besó la frente. Acomodó mi almohada y se sentó a mi lado.
Por una parte, tenía tantas cosas en la cabeza, que no quería saber nada de mi situación con ella, no era el momento. Pero por otro lado, sentía que era todo lo que me estaba haciendo falta.
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Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomanceEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.