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“Él no se atrevió a jugar juegos prohibidos con una mujer que le había dado demasiadas pruebas de conocer el otro lado de la luna.” – El Amor en los Tiempos del Cólera.         

¿Cómo empezar a describir la mirada? Alba era una mujer con un carácter volátil, y entre otras cosas, se enojaba fácilmente. Ella una vez se describió a sí misma como una persona con los sentimientos a flor de piel. Cuando algo insignificante le pasaba, podía tomarlo exageradamente bien o podía ser su perdición y pasar días encerrada en su habitación. Así que ver caer las flores de un árbol podía maravillarla, y el llanto de un niño podía arrancarle lágrimas. Me parece que la idea es bastante explícita.

Resulta que la mirada era todo un proceso. La mirada empezaba cuando arrugaba la nariz. Luego de eso fruncía el ceño y enganchaba sutilmente la ceja izquierda. El iris se dirigía siempre hacia el norte, incluso aunque la víctima estuviera varios centímetros bajo ella. No dejaba de observarte. Los ojos marrones irradiaban poder. Normalmente hacían sentir a la otra persona en inferioridad de condiciones, pero a mí me causaba una gracia infinita. También apretaba la mandíbula, como reteniendo el mal del que te ibas a morir y sus labios se transformaban en una mueca temblorosa, que finalmente se consolidaban en una línea recta y dura.

─Los detalles son los que importan en esta vida, mujer.

─Puedo verlo. ¿En serio hago todo eso?

─Es lo que yo respondería si me preguntaran: ¿Cómo es “la mirada” de Alba?

─Infundirías el miedo en las masas.

─Sin duda alguna.

Y sonreí de lado. Tomé la siguiente calle a la derecha para salir a la avenida de los seis carriles que corría rápido hacia la universidad. Mientras tanto, llenaba con Alba los vacíos de la aventura del viernes.

─Entonces pasadas las diez te fueron a ver.

─Claro, Sergio debía llegar a la terminal de buses antes de las diez y media y me pidió de favor que lo llevara. Mi mamá estaba hecha una furia porque me olió la ropa y supo que estuve tomando, me dio un sermón de padre y Dios nuestro.

─Eres incorregible, Alba. Ya deja esa vida.

─No me causa gracia.

─A mí me parece que sí.

─Como sea. ¿Cómo te fue con Mariana?

─Perfectamente. Conversamos, nos reímos, bailamos, nos divertimos. Como el caballero que soy.

─¿Te la comiste?

─¡Claro que no! Qué vulgar te has vuelto, mujer.

Me dio una variante de “la mirada”. Algo que se traducía como: yo sé la verdad, así que deja de mentirme, imbécil.

─¿Es tan difícil de creer?

─Digamos que Julián García nunca deja pasar una oportunidad. Y Mariana tenía un letrero de “soy muy fácil” en la frente.

─Eres una mujer cruel cuando quieres. Pero sí, me la comí.

─¿Ves?

─En el baño.

Alba se quedó atónita y luego empezó a reír nerviosamente. Suspiró, se dio aire con la mano y miró al cielo.

─No me vas a decir que nunca lo has hecho en el baño.

─Una cosa es tener sexo exótico y otra muy distinta ser una cualquiera.

─Mariana no es una cualquiera, bueno… es buena chica.

─O algo sí.

─O algo así, exactamente. Estaba bastante tomada y dijo que si me hacía un oral, vomitaría.

─Y tú estabas esperanzado en ello. Me imagino que el oral ayuda porque la lengua…

La quedé mirando mientras hablaba. Alba tenía que ser un travesti. Ninguna mujer que yo hubiera conocido antes podía hablar tan abiertamente de ese tema.

─Dime una cosa, ¿hace cuánto no te corres teniendo sexo?

─Yo no voy por la vida preguntándote hace cuánto no tienes sexo, y mira que se te nota que fue hace mucho.

Alba dejó de hablar en ese instante y desvió su mirada a la ventana. Era la primera vez que no me había respondido con un comentario sarcástico y que se quedaba muda. Entonces supe que se me había pasado la mano. Me mantuve callado unas cuadras más y decidí tantear el terreno porque el silencio ya era insoportable.

─Bueno, Mariana es pequeña, así que pude cargarla en peso hasta mis caderas. Disfruté verla caer en mis encantos.

─Me imagino─ dijo. Pero su voz aún sonaba dolida y a mí me remordía la conciencia como un desdichado─. ¿Pudiste intercambiar su número?

─Sí, ayer estuvimos hablando.

─Me sorprende, yo conocí a Mariana hace un par de años, y no me daba la impresión de que fuera ese tipo de chicas.

─Tienes muy mal concepto de las chicas con las que me entiendo.

─No en vano, me parece.

Intercambiamos trivialidades el resto del camino. Intenté hacerla reír para enmendar mi error y luego de un rato funcionó. Llegamos dos minutos antes de lo planeado y estuvimos listos para empezar una nueva jornada de trabajo.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora