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Víctor era un viejo conocido mío. Recuerdo que en el curso de nivelación que hace la universidad antes de aceptar a los aspirantes a médicos nos conocimos. De hecho, en ese curso también conocí a Alba, pero éramos más de ochenta personas y nunca coincidimos en el mismo círculo social. Esa fue otra de las razones por las cuales confié en Alba para que permaneciera a mi lado ese año, la carrera es dura, y si esta vez habíamos coincidido nuevamente es porque era tan inteligente como yo, y estaba a la altura. O por lo menos cerca.
Por otro lado, no podía decir lo mismo de Víctor. Desde que vio que no podría avanzar la carrera por sus propios medios, se metió a la puerca política de la universidad. Parásitos que pasan el tiempo para obtener dinero y pases de año sin mucho esfuerzo. También se decía que era tramitador de cierta clase de doctores que se prestaban para cierto tipo de actos corruptos. Ventas de matrices, cambios de exámenes, lecciones pagadas e intercambios que dejaban una jugosa ganancia.
Víctor siempre me ofreció su ayuda, pero jamás la acepté. Que la universidad estuviera llena de corrupción que nadie denunciaba, no significaba que yo planeara formar parte de ella. Y nadie la denunciaba porque a diferencia de otras universidades en cualquier parte del mundo, el que tiene las de perder aquí es el estudiante, y nunca el agresor. Por eso tantos atropellos y abusos del que todos indirectamente éramos cómplices. El consuelo barato quedaba en que los perjudicados serían ellos, y las lamentables víctimas que cayeran en sus manos.
Muchos no entendían que parte de ser médico era tratar con vidas humanas.
Víctor y Alba tenían una historia de la cual yo no estaba demasiado enterado. Ella me comentó que varias veces él le había ofrecido su ayuda, pero que se había negado rotundamente, y le creía. Alba, a pesar de todas las cosas era una persona justa y no la imaginaba apoyando la corrupción, aunque nunca se sabe, en tiempos de desesperación...
Como fuera, ese día Alba y yo trabajábamos es un papel que debíamos entregar para el día siguiente. En la biblioteca las personas hacían mucho ruido, pero era el lugar de la información que requeríamos. Trabajamos arduamente y bastante apurados. No teníamos planes después de la investigación, pero casi presentíamos que algo iba a surgir.
─¿Hola? ¡Víctor! ¿Cómo estás? Con Julián. Sí, haciendo un trabajo. Por favor, calla. Umm, es que trae el carro. Yo te aviso, dale. Besos.
─¿Qué pasó?
─Era Víctor. Dice que está en el bar de la vuelta con unas amigas y que nos invitaba.
─¿Y eso?
─Bueno, me invitó a mí y me preguntó si estaba con alguien y le dije que contigo.
─Entiendo... ¡buena suerte!
─No seas así, Julián. Acompáñame. Víctor nos ha invitado a los dos.
─Tienes razón, tengo el Monte Carlo aquí, se lo has dicho a Víctor.
─Te diré qué haremos. Vamos a dejar el Monte Carlo a tu casa. Nos regresamos en transporte público y nos hacemos pedazos. Al final llamaré a mi papá o a un taxi, ¿está bien?
─¿Le tienes miedo a Víctor? Porque ya te dije que no soy tu niñera.
─El miedo no forma parte de mi bitácora─ dijo entre risas, citándome.
─Usar mis frases no se vale si harás una mofa de ellas.
─Vamos, beberás gratis.
─No soy un parásito.
Alba me dio la mirada.
─Me gusta pagar por mi alcohol, y lo sabes.
─Quise darte una sorpresa, pero una de las chicas-amigas de Víctor es Mariana.
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Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomanceEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.