XIX.
"Amor, a mí desde que estás / me sobra amor por los cuatro puntos cardinales / de este país que no quería ser conquistado / y acabó enamorado de tu bandera. / Se me han roto las brújulas / y ahora donde mire sólo estás tú." – Me sobra la poesía.
─Hola, odioso.
─Hola enana. ¿Qué de tu vida?
─Todo normal. Con el escándalo que escuché anoche, esperé que por lo menos estuvieras con una vía central y muriendo de deshidratación severa post-borrachera.
─Lucía está loca y hubo un malentendido que te agradezco que me recuerdes porque me pudre el humor─ dije sarcásticamente.
─¿Ahora qué te hizo Lucía?
─Tú no puedes decirle Lucía. Te faltan como cinco años más, y esto es...
─Ya dime.
─Primero lo primero.
Me divertía bastante molestar a Astrid.
─Eres insoportable─ chilló─. ¿Qué hizo ahora mamá?
Le conté más o menos lo que había pasado la noche anterior y se me rio. Yo la ataqué con cosquillas primero y luego la alcé en peso hasta su habitación. Astrid no paraba de reír y ese sonido le traía una paz increíble a mi alma. Me daba gusto verla tan feliz y recuperada. La solté en la cama y le revolví el cabello.
─Me hace feliz verte feliz enana. Que eso no cambie nunca.
El resto del día me mantuve fuera del radio de alcance de mi madre para que no dejara otro sermón paternal sobre mis hombros, al mismo tiempo que ignoraba a Alba y sus constantes mensajes preguntándome por la dichosa botella. Quería matarla o preguntarle, o ambas cosas. Como en la tarde no pude soportarlo más, salí de mi casa contra toda voluntad celestial de mi madre directo hasta donde Doris.
─Se te hizo costumbre, venir por culpa de esa niña.
─No empieces, Doris.
─Es que estás haciendo la de "ojo por ojo". Como ella ayer tiró con otro. Estás irreconocible. ¿En serio no te robaste esa botella?
─Estaría bebiéndomela. Tenlo por seguro.
Desvestí a Doris rápidamente y me introduje en ella. Doris siempre era como regresar a casa. A veces pienso que nunca podré renunciar a ella, y ese es uno de los tantos motivos por el cual no me meto a tener una relación. Simplemente lo arruinaría todo. El celular empezó a vibrar en una llamada y lo siguiente que sucedió es que Doris dejó de moverse y me empujó fuera de ella.
─¿Qué diablos?
─Me parece que deberías contestar.
En verdad era insoportable lidiar con una mujer celosa. Tomé mi celular y lo apagué.
─¿Contenta? Es nuestra hora, Doris, no lo arruines.
─¿Soy yo la que lo empiezo?
─No me importa, yo lo estoy terminando.
Le di una nalgada que la hizo saltar y soltar una risa traviesa.
─Te portas mal, Doris. ¿Qué puedo hacer para que aprendas?
─Seguiré portándome mal, tesorito.
Doris introdujo mi miembro en su boca de un sobresalto y yo sentí que mis piernas se hicieron de goma. Había olvidado que Doris hacía unos orales extraordinarios. Empecé a gemir y me rendí en una espiral de placer por el buen trabajo de Doris, por sentir su humedad y su lengua rozando y lamiendo y exigiendo. Amaba el sonido que hacía con sus mejillas, amaba ver su cabellera rojiza alborotada y agarrarla entre mis dedos manejando el ritmo de entrada y salida. Me corrí en su boca, pronto, a pesar de que prefería hacerlo luego de un par de horas, en su entrepierna.
─Detesto que me hagas enojar─ dijo, recostada sobre mi pecho.
─Te enojas porque quieres. Yo no te hago nada.
─Eres un idiota.
─Cállate y fóllame, tesoro.
Ninguno de los dos cedió en toda la tarde, que resultó ser bastante entretenida.
─¿La has vuelto a besar?─ dijo, mientras se colocaba la blusa.
Era blanca y se veían sus pezones. Hasta ahora había notado que a Doris le encantaban. Lucía su cuerpo, era coqueta y vanidosa.
─No quiero hablar de ella. No volveré a advertirlo.
─¿Besa mejor que yo?
─Doris, harás que me vaya sin pagarte.
─¿Y qué pasa si te digo que ya no quiero que lo hagas y que pienso dejarlo todo por ti?
─Reírme y hacerte ver que eres incapaz de cambiar, menos por mí.
─Lo imposible es lo posible...
─No uses mis frases en mi contra─ interrumpí.
─La quieres y ya no me quieres a mí. No creí que llegaría ese día.
─Doris, ¿es tan difícil pedirte un respiro? Cuando estoy contigo todo lo demás desaparece. No hagas que eso cambie.
─Es que me duele, no puedo.
─Ya sé que soy un idiota. Que no te merezco, o a nadie. Pero eres lo único seguro que me queda.
─Sabes que en el momento en que al fin puedas tirártela me abandonarás. ¿Te parece eso justo?
─Claro que no. pero contaba con que me entendieras.
─Eres un maldito egoísta hijo de perra.
─Doris...
─Vete.
Dejé el dinero en su lugar y recogí mis cosas. Me sentía triste, desorientado y solo. A pesar de que le propuse mil veces empezar algo con ella, Doris siempre me rechazó y me dijo que no me hiciera dependiente de ella. Y ahora simplemente se mostraba celosa e inconmovible. ¿Qué satisfacción encontraban las mujeres confundiéndome como el infierno?
Doris tendría miedo. Al parecer esta vez y con Alba, si era real. Si ella estaba así, yo estaba como mínimo, aterrorizado. Con lo desconocido doblando en las esquinas y acechando.
Continuaba recibiendo llamadas de Alba, pero no tenía ganas de hablar, de entender. Simplemente fui por ahí, caminando bajo la lluvia en silencio. Esperando.
Al día siguiente fui por Alba a su casa y salió su mamá a atenderme. Era la primera vez que la conocía de cerca. Era una mujer mayor, imponente, pero muy amable.
─Albita ya se fue. Como no pudo localizarlo, tomó como hace una media hora en el transporte público. O eso me dijo.
─Tuvimos un pequeño problema de comunicación. Muchas gracias.
─A usted, joven.
Aceleré un poco hasta llegar a la universidad. Mi corazón latía con fuerzas. Con todo lo que había sucedido hasta ese entonces, parecía que había llegado el momento de la verdad.
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Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomanceEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.