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─¿Estás bien?

─Me siento mejor de lo que me veo. ¿Qué haces aquí?

─Estuve umh... llamándote─ carraspeó─. Después de mucho me contestó tu hermana y me dijo que estabas mal. Que tus padres no estaban y que se sentía desesperada.

─¿Te pidió que vinieras?

─No. Fui yo. Tomé el primer taxi que encontré y que me quiso traer. ¿Q-qué pasó?

En eso, el doctor se acercó a nosotros, con los resultados de los exámenes.

─Señorita, voy a pasar visita. Por favor, espere afuera.

─Doctor Sánchez, mi amiga estudia medicina, también. Estoy bien si se queda.

El doctor era amigo de mis padres.

─Qué bueno que ya estés consciente, Julián. Para susto nos haces ganar.

─Le agradezco que no haya llamado a mis papás.

─Agradece que no estuviste peor. Nada de peleas callejeras, jovencito.

─Fue un desafortunado error.

─Las imágenes se ven bien, no hay contusiones, ni fracturas. Ya desinfectamos las heridas y cogimos los puntos que necesitabas. Te puedes quedar hasta el mediodía, o puedes ir a casa si quieres.

─Casa, definitivamente.

─Déjame hacerte la receta para tramitar el alta. Analgésicos, antibióticos y mucho reposo. ¿Entendido?

─Sí, doc.

─Y nada de problemas.

─Nada de problemas.

Eran aproximadamente las nueve cuando llegamos los tres a casa. Alba pagó el taxi y me ayudó a acomodarme en mi habitación. Le hizo el desayuno a mi hermana y le preparó una infusión para ayudarla a dormir. Dejó que se bañara, que se pusiera la pijama y la arropó.

Cruzó hasta mi habitación y se desplomó en la silla que estaba al lado de mi cama. Lucía cansada, y como si no hubiera dormido en toda la noche.

─No sé si quieras que me vaya, pero en verdad quisiera asegurarme de que estés bien.

─Sólo quiero dormir un poco más. Ya estoy bien.

─Listo. En todo caso, me llamas, por cualquier cosa.

Agarró su cartera y se disponía a irse. Pero luego se dio vuelta.

─¿Sabes qué? Quería pedirte que me perdones─ dijo, con lágrimas en los ojos─. Fui una estúpida y tiré por la borda todo lo que estábamos construyendo. Y si te perdí, lo voy a entender.

Me senté, con esfuerzo en la cama y aclaré la voz, porque el nudo que tenía en la garganta, me quitaba el aire.

─Es el problema, Alba. No quiero que te rindas, no quiero que bajes los brazos y te vayas a llorar a tu habitación. Quiero que cada vez que te lastime, sin querer, me lo grites en la cara, que lo estoy haciendo mal, que me pelees, pero no esto. Yo estoy luchando, lo mínimo que me puedes hacer, es devolverme el favor. Sé que sientes que te equivocas a cada momento, pero a veces también tienes razón. El viernes me comporté como un imbécil, y tenías todos los motivos para enfadarte, para decírmelo, y lo hiciste. Lo injusto fue cuando me diste la espalda. Eso sí que no me lo merecía.

Alba estaba hecha un mar de llanto.

─Y aunque no quiero resolver eso ahora, y quisiera que te vayas... en verdad siento que eres todo lo que necesito en estos momentos, a lo único que puedo aferrarme.

Alba dejó tirado su bolso en el suelo y se subió en mi cama. La recibí con un abrazo, y demonios, se sentía bien. Se soltó a llorar en mi pecho y yo la sostuve con toda la fuerza que tuve. Nos acosté para estar más cómodos. Me besó en los labios delicadamente, mientras me acariciaba la espalda. Luego la comisura de mi boca, la barbilla, se detuvo en el cuello. La apreté más a mí y suspiré en su pelo.

─No sabes lo horrible que fue. Creí que te perdería, que todo quedaría así.

─También tuve miedo. Sentí que iba a morir.

─¿Por qué te siguieron hasta tu casa? ¿Qué pasó? Y salta los detalles de la golpiza. Astrid ya me puso al día.

─Me sorprende que Astrid te haya contado algo.

─Dijo que siempre hablas de mí, y que necesitarías una amiga.

Sus manos jugaban con los vellos de mi pecho.

─¿Y bien?

Astrid no le había contado nada de lo que en verdad había pasado. Que el tipo que casi me mata es su ex novio y sus amigos. No podía traicionarla. No podía arriesgarme a una nueva pelea con Alba y que tuviera ese secreto de su lado. No podía exponer a Astrid.

─Conocí a alguien anoche. Alguien que tenía pareja. Me siguieron hasta la casa y casi me matan. Me metí con la gente equivocada, como me dijeron.

Alba paró en seco. Decirle que la necesitaba y luego mentirle de esa manera. Jugada brillante de mi parte.

─Me estás mintiendo─ dijo─. Dijiste que cuando hicieras algo mal te lo dijera. No quieres hablar del tema, ¿o me equivoco?

─No. Es muy doloroso.

Las lágrimas me ganaron. Por suerte, Alba estaba mirando hacia mi pecho y no podía verlas. Nunca había llorado frente a ella, y eso me hacía sentir vulnerable.

─No hablemos de eso, entonces. Pero me quedaré aquí. No voy a dejarte solo. Nunca más.

Pensar que tenía un sobrino muerto, una hermana desorientada y un amor prácticamente imposible, terminaron por romperme. Mi pecho empezó a temblar y los sollozos salían arrancados desde el fondo de mi garganta. Alba dejó de abrazarse de mí y me miró a los ojos. También lloraba, con el mismo desconsuelo que el mío. Lo compartía, lo abrazaba, lo acompañaba. Pero no me juzgaba, ni se alegraba que al fin me veía llorar. No, sólo me veía.

Me secó las lágrimas, que caían sin control y me besó las mejillas. Me besó la boca. Si bien ya no me podía curar todas las heridas, al menos aún les brindaba un poco de alivio. Así debía sentirse, contar con ella.

Sus manos temblorosas estaban en mi rostro aún, y yo las tomé y se las besé. Con esa devoción de las personas a sus santos, o de las madres a sus hijos. Así, tan fervientemente.

Entonces me quedó mirando, y me decía todas esas cosas que está de más hablarlas. Me decía que estar conmigo era como un día de verano o ver florecer un árbol. Luego sólo me miraba, pero sin lástima, sin compasión. No era nada de eso. Era... era...

─Yo sólo sé que todo se va a poner bien, y que esto...─ dijo, tocando mi pecho─, va a sanar. Y que puedo escoger estar en un montón de lugares. Pero siempre, siempre, elegiré quedarme contigo. Porque te amo, Julián.

Era eso, amor.

Siguió sollozando, y yo. Quién sabe por cuánto, quién sabe quién se rindió primero al sueño. Era mía, por fin. Quiso a muchos, pero a mí me amó. Quiso a muchos, pero conmigo se quedó. Yo también la elegí. Ahora lo sabía, sabía que todo lo que había vivido con ella, todas las excusas, todos los errores, todo lo que estaba por venir, era otra forma de lograr que me ame.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora