"A veces nos creemos que las personas son décimos de lotería. Que están ahí para hacer realidad nuestras ilusiones absurdas" - La Sombra del Viento.
Yo no era un buen tipo. Nadie que me conociera aspiraba que me dieran un certificado de buena conducta. Yo sabía que a ellas les fascinaba el cuento del chico malo, rudo y patán. Y yo era exactamente lo que cualquiera necesitara si mi conveniencia así lo pedía.
Ella me decía que yo no tenía gracia, que era un tipo aburrido que tenía un repertorio de frases gastadas de lo antiguas y abusadas que eran. Lo que significaba que yo no le gustaba, y eso era perfecto para mí, porque la tipa estaba tan loca que no la imaginaba a mis espaldas.
Yo era justamente sincero, eso era. Otros tipos podían pintarle buzones de colores, para ella, esos tipos eran los buenos, los inocentes. Oh si ella supiera.
─El problema es que siempre buscas tu conveniencia para que todo te caiga a los pies sin mover un dedo. El único músculo de tu cuerpo que trabaja es tu maldita lengua.
─¿Maldita? Bendecida, pienso yo. La decencia no pelea con nadie, mi querida Albita. Y si piensas que soy el único que lo hace, bueno, eres más ingenua de lo que creí.
─¿Qué ganas con ser tan descarado y arrogante?
─Llámalo como quieras, pero soy sincero. No hago más que decirte siempre la verdad.
─Nos mientes todo el tiempo.
─No es cierto, y te daré un ejemplo. Si un chico quiere un favor tuyo hará todo lo posible por hacerte creer que en verdad necesita tu ayuda, te dirá cosas bonitas y te sentirás en la obligación de hacerlo, porque bueno, él ya te juró que eres tan buena persona que él hará lo mismo por ti en una situación inversamente similar. El resultado es que él no se tomó la molestia y obtuvo lo que quiso porque tú ya lo has hecho por él, y tú, que eres tan autosuficiente, nunca cobrarás los servicios prestados, porque cualquier situación que se te presente, la podrás resolver con tus dos pequeñas manos.
─Deja de meterte en mi cabeza.
─Déjame terminar.
Ella rodó los ojos, pero yo sonreí de lado.
─El chico en cuestión… llamémosle Sergio.
Ella me dio la mirada y yo sabía que estaba en problemas. Sergio era algún amor platónico suyo y la simple mención de su nombre ocasionaba en ella chispas.
─Te tiene creyendo que está eternamente agradecido contigo y que de tanto favor, él algún día te concederá el honor de sus labios, o una tarde entre sus sábanas.
─Eres un imbécil─ interrumpió. Casi pude sentir picar sus ojos por lágrimas.
─La decencia…
─¡Cállate!
─Entonces deja que te diga mi punto. Bien, el asunto es que te ha visto la cara todo el tiempo porque sólo está usándote. ¿Te parece eso de alguien inocente y adorable? No, Albita, eso se llama manipulación. Ahora, yo hago lo siguiente. Si quiero algo de ti, no estoy con rodeos, te lo pido y ya. Es tu decisión si me ayudas, si no lo haces, pero eso sí, yo no ofrezco nada a cambio. Lo que ves aquí es lo que hay, pues nunca se sabe qué día yo pueda estar con mi mano extendida y tú con la necesidad de salir del río, ¿me entiendes?
─Te odio.
Yo les gustaba a todas, y Alba no era la excepción. Pero debía concedérselo, hacía un gran esfuerzo por intentar que no se notara. Un juego inteligente de su parte.
ESTÁS LEYENDO
Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomanceEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.