18.3

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─Qué sorpresa verte aquí─ dije.

─Ya sabes, Alba llama y uno acude.

─¿Verdad? ¿Y cómo te ha ido?

─Bien, los negocios van de maravilla, nunca faltan mujeres... ¿y a ti?

─No me quejo. Y ya que hablas de negocios, consígueme algo, ando corto de dinero─ bromeé.

─Cuando quieras, Juliancito. Por cierto, bro. Quiero pedirte un favor.

─Tú dirás.

De seguro tenía que ver con Alba, y yo me pondría de mal humor. Que no me pidiera algo de la categoría de doctora corazón, porque no lo soportaría y me uniría a Enrique en su cacería de brujas.

─¿Ves a Liliana? Ella me gusta mucho y estoy planeando tirármela hoy. No te le acerques, no le respires, no le hables, no nada. No quiero perder esta oportunidad. Y si pasas el mensaje a los otros, sería lo mejor.

Mi mandíbula pudo bien estar por los suelos en ese momento. No sabía qué era lo peor de todo. Ese tipo en verdad era un imbécil. Mira que sentirte lo suficientemente inseguro como para venir a decirle a otro hombre que no se le acerque a tu chica decía cosas bastante malas de él. A mí Liliana me parecía bastante fea, bastante simple y sin clase. No le llegaba ni a los talones a Alba, y ella que estaba dispuesta a acostarse con él esa noche. Si él supiera la lista de hombres que sorprendentemente esperaban una oportunidad así, en verdad se lamentaría.

─Descuida, por mí no te preocupes, no vengo en ese plan.

─Perfecto.

─Oye, y en serio, disculpa que me meta, pero he notado que te llevas muy bien con Alba y que se entienden... ya sabes. Creí que venías a esta fiesta por ella.

─Bueno, sí, pero... a veces los planes cambian. Alba se muere por mí, y la verdad ella también me gusta mucho. Pero a esta flaca me la puedo comer hoy, y sólo hoy. A Alba... cuando me dé la gana.

Tuve que mirar a un lado porque estaba a punto de írmele encima. ¿Quién se creía para hablar de ella de esa manera? Iba a matarlo, en serio iba a hacerlo.

─Escucha, yo pienso que...

─Mira, Julián. No sé qué te habrá dicho Alba que hay entre nosotros, pero probablemente te mintió. Además, tú haces tus cosas y yo no estoy metiéndome, ni dando mi opinión. Déjame manejar esto a mi manera.

─Ni una palabra más, entonces. Suerte, en todo caso.

Yo podía ir a seducir a Liliana y ganarle diez veces más rápido a Víctor, para dejarle el camino libre a Alba, pero ella no se merecía a ese imbécil. Además, si se enteraba de la situación me mataría por intervenir.

Pronto, ella regresó con dos cervezas y me extendió una. Yo estaba preocupado, pero intenté lucir impasible.

─Juliancito, necesito un favor. Préstame un condón. Estoy en mis días peligrosos. Si son dos, mejor.

¿Cómo le decía que no iba a tener sexo esa noche, cómo? Tenía mi oportunidad para decirle que Víctor era el peor de los idiotas, pero en verdad sabía que no debía meterme. El contarle a Alba algo podía hacer que ella no lo manejara bien y entorpeciera todo, y nadie quería escenas. Quizás, si dejaba las cosas fluir, Alba se decepcionaría de él de una buena vez y me quedaría el camino libre. No supe la razón por la que procedí en verdad, pero saqué mi billetera del bolsillo y le entregué los dos envoltorios de plástico.

─Dales un buen uso─ dije.

─Eres el mejor del mundo, ¿te lo dije?

─No las suficientes veces.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora