─Ayudaste mucho a Sergio. Aunque no se lo merece.
─Es lo que hago, Julián. ¿Acaso recién te das cuenta? Me comportaría igual si alguien que aprecio demasiado está en problemas.
─Eso no te dará una noche entre sus sábanas, por si aún no te das cuenta.
─Ya no busco eso de él. Sergio ya no me gusta.
─Repite eso hasta que te lo creas.
─¿Cuándo empezaste a odiarme?
─Tampoco seas tan dramática, que no te odio. Sólo que te veo de una forma distinta a la que lo hacía antes, y no lo puedo evitar.
─Yo soy la que no puede evitar pensar que desde ese estúpido día todo se fue a la mierda entre nosotros. Pero Julián, sólo fue algo que dije, en verdad no lo sentía.
─A mí me pareció muy convincente.
─Estoy intentando tragarme mi orgullo y pedirte disculpas por algo que en verdad estoy convencida de que no tuve culpa. Te repito que sólo fue algo que dije.
─No tienes que hacer eso por mí, descuida.
─Julián...
─Alba. En verdad quiero entenderte, pero las cosas que vienen a mi mente son tan descabelladas, que no sé qué pensar. Deberías entender que las palabras que dices, duelen. Yo nunca hice más que portarme bien contigo, no pedirte nada ni aprovecharme de ti, y confiar como hace mucho tiempo no lo hacía. Y me decepcionaste tremendamente. Y con cómo te portas, sólo puedo pensar que eres una egoísta que sólo piensa que existe ella y sus sentimientos y que sólo ella puede ser lastimada, o aún peor, que te crees tan poca cosa, que tus palabras no tienen impacto en nadie y por eso las sueltas como si nadie estuviera escuchando. Pretendo hacerte ver que no puedes ir por la vida haciendo eso, y que ese es tu error al momento de ser amiga de alguien. No creas que esto se va a arreglar con una excusa de disculpa que en verdad no necesito, y que tampoco tendremos la relación de antes como si nada hubiera pasado. Sólo deja de presionar las cosas. Ya se arreglará.
Efecto o no del alcohol, lo había dicho. Alba estaba llorando en silencio. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas y supe que yo no tenía derecho de hablarle de esa manera, o que tal vez era el único que podía hacerlo.
─Oí que estás enfermo─ dijo, en un hilo de voz.
─Hipertensión.
─Estoy con la misma condición.
─Y sin embargo aquí estamos, matándonos.
─Hay cosas que no tienen remedio. Pero es algo más, estás diferente.
Me habían insinuado tanto que la razón de mi cambio eran las crueles palabras de Alba, que una parte de mí empezaba a creerlo.
─No la pasé bien en Santana. Aparte de los chequeos médicos, mi tía estuvo bastante grave en el hospital. Cáncer de colon en sus últimas etapas. No fue sencillo. Súmale, como lo que pasó contigo, cosas que en verdad no puedo solucionar.
─Dale tiempo al tiempo.
─Eso intento.
Nos levantamos con dificultad de la acera. Cuando regresamos hasta los demás, estaban en medio de un plan de un viaje a la playa, a la casa de Diego. Éste no dejaba de sonreír, porque se hizo la película de nuestro momento en la acera de la calle. Entre una sugerencia y otra, quedó establecido que de ese día en cinco, estaríamos recostados en la arena viendo el cielo, y con el agua del mar bañando nuestros pies.
Había escogido un mal día para llevar el Monte Carlo. Para cuando se nos acabó el dinero, nadie estaba en condiciones de conducir. Lo siguiente me costaría caro, entre una inmensa cantidad de favores y chantajes. Pero como no le vi otra salida, llamé a mi hermano para que fuera a recoger el carro y nos llevara por unas hamburguesas, cuando menos. Luego dejaría a cada quien en su casa.
Por alguna razón, Enrique terminó en el asiento del copiloto y Alba y yo en la parte de atrás, mareados y confundidos. Ella se recostó primero sobre mi hombro y luego su cabeza apareció en mi regazo. Gemía y respiraba dificultosamente, probablemente conteniendo las ganas de vomitar. Yo acariciaba su cabello y sostenía su frente. De repente, cualquier diferencia que tuviera con ella parecía haber desaparecido.
Con la comida, levantamos un poco el nivel de consciencia. El ambiente permitió intercambiar un par de bromas con Alba y mi hermano, a quien por cierto, le cayó muy bien. La tarde se hizo noche y fue hora de dejarla a salvo en su hogar.
─Gracias, Juliancito. Gracias Roberto. Te invitaré un par de frías cuando mi hígado me lo permita.
─Descuida, que el que va a pagarme el favor es el borracho este.
─Que su mamá no lo rete. Nosotros prácticamente lo obligamos a tomar hoy.
Roberto se vio confundido, yo desvié la atención.
─¿Paso mañana por ti?
─Me encantaría. Extraño este pedazo de chatarra de los ochenta.
─El más bonito auto clásico que verás en tu vida, quisiste decir.
─¿Siete de la mañana?
Mi hermano arrancó el auto y hacía su mayor esfuerzo por retener una risa.
─¿Qué mentira le inventaste para no reconocer que la extrañabas?
─Hipertensión y la muerte de la tía Valentina de hace cinco años.
─Inteligente, hermano. Aún no sé cómo haces para que crean todo lo que sale de tu boca. Son adorables, por cierto. Ya entiendo qué le ves.
─En verdad no entiendes nada.
─Te quiere sin medida y eso debería bastarte. Alba no va a esperarte toda la vida, considéralo.
─Maneja.
Llegué dormido a micasa y mi hermano me ayudó a entrar a mi habitación de incógnito. Todo estababien de nuevo. Conocerla había hecho de mi vida una ruleta rusa. De repentesentía que tocaba fondo y al instante siguiente estaba en la cima del cielo,gritando al tope de mis pulmones. Y estaba convenciéndome de que no quería queeso cambiara. Jamás.
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Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomanceEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.