~ Voces en mi cabeza. Ahnelo. Y... ahí está lo que mi alma necesita ~

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Katelyn:

>Tu alma. Tu alma y tu inconsciente reaccionan, ven y sienten todo a la vez. Fuiste echa para que yo diera contigo y nos podamos comunicar entre nosotros una vez que nos encontráramos. Está escrito. Y debería decir que tu final también...<





Lo escuché. Y aquello me dejó... Sin palabras. ¿¡Estaba loco o qué!?

>>Espera un poco, Tarver. No enloqueciste. Es lo que escuchaste. De su mente. Algo raro. Fuera de lugar. Él puede estar loco. ¿Y tú? Lo escuchaste hablarte mentalmente. Así que... Bajale.

¿Que mi final estaba escrito?

Me abracé a mí misma mientras corría junto a mis compañeras de clase. Educación física transcurría normal.

-¿Te sientes bien?- Una chica morocha se paró a mi lado y tocó mi espalda.

-Sí.- Mentí. Quedé abrumada por todo lo que mi cerebro procesaba por dentro.- Descuida. No voy a desmayarme. Me encargaré de sentarme si me siento mal. Te lo agradezco.- Sonreí y fui a sentarme.

Por más tonto que resultara, hice caso a lo que le dije. Mi cuerpo no sabía qué sentir. La sola presencia de Kendall me dejaba sin habla. Su simple presencia hacía estragos en mí.

Hoy... Curó lo que James me hizo anoche. No sé... cómo lo hizo. Sus labios estaban calientes. Eso me recuerda a que James también es... realmente caliente. No me malinterpreten. Hablo en serio. Es como si el infierno se cerniera a su alrededor.

¿Y ahora quiere que me mantenga cerca? ¿Sin siquiera conocerlo?

¿Se puede... confiar en alguien que apenas se lo conoce?

-Muy bien. Necesito que armen dos equipos. Jugarán al volley...

La voz de la profesora era apenas un eco en mi mente. No llegué a escucharla del todo. Me agarré el pecho con ambas manos. En mis oídos, resonaban los latidos de mi corazón. Eran cada vez más fuertes. No me permitían pensar.
¿Estaba a punto de desmayarme?

Me quedé quieta esperando a que el efecto pasara.
En vez de eso, empeoró.

Consideré la opción de salirme de la clase e ir a la enfermería. No soy propensa a agarrarme una gripe o algo. Pero... sentía la extraña necesidad de moverme, de salir huyendo de allí.

Me eligieron para jugar. Simplemente me negué. Todas se voltearon a mirarme, incluso la chica morocha que se acercó a mí hace rato.

-¿Señorita Tarver?- La profesora sacudió mi hombro.

-Estoy bien.

>>¿No te cansas de decirlo todo el tiempo?<< Mi subconsciente se burlaba de mi.

-Gomez. Llevala a la enfermería.

La chica morocha se acercó y me ayudó a levantarme.

Una vez fuera...

-Te vi rara.

-Puedo sola.- La necesidad de salir en búsqueda de algo me carcomía la cabeza. Me sentía... hipnotizada.

-Claro que no.- Ella negó con la cabeza.

Tropecé con mis propios pasos y caí. El pasillo a nuestro alrededor retumbó.

-¿Lo ves?- Me ayudó a levantarme.

-No quiero ser descortés contigo, morocha...- No sabía su nombre.

-Selena.- Me recordó.

-Okay. Entonces Selena. La enfermería está al final del pasillo. Vuelve por donde viniste. Te lo agradezco. De veras.

-Es que no...

Me cansó.

-Vete-por-donde-viniste.- La fulminé con la mirada. Se quedó quieta, como en estado de trance, procesando lo que le acabo de decir.

-De... acuerdo.- Fue lo único que dijo. Verla parada allí, frente a mí...

El peso de las palabras duele...
>>Lo siento, Selena.<< Susurré.

Miré a mi alrededor y por un momento, todo se tornó oscuro.

¿Porqué... escuchaba voces en mi cabeza?
Me era difícil poder escuchar lo que decían. Eran susurros apenas audibles.

Estoy enloqueciendo...
Mi interior gritaba por algo. O alguien. Era difícil saberlo. Jamás pasé por algo semejante.

Tomé coraje y me aferré a las paredes del pasillo. Las voces decían algo en concreto que ahora podía escuchar con facilidad:

>>Lo necesito. Lo quiero conmigo. Ve con él...

No pude evitar estremecerme. Aquello era siniestro.

Avancé a paso de tortuga tocando las paredes. A medida que me acercaba, las voces hablaban más rápido.

No tuve necesidad de llegar a la enfermería. Doblé la esquina y vi la puerta de un salón abierta. Ya no lo soportaba.

Los gritos parecieron intensificarse cuando vi a alguien de espaldas a mí. No pude centrar la vista. Era alto y tenía pelo rubio...

Caí al suelo, cuando mi interior gritó de anhelo. No entendí porqué. Todo era completamente ajeno y confuso.

-¡Katelyn!- Oí esa voz asustada. Corrió a mi lado como una exhalación y me agarró entre sus brazos.

No pude responder. Las voces se callaron finalmente, cuando logré ver su rostro.

-Kendall...

-No hables, Kate. Aquí estoy. Estás a salvo...

• Enamorada del diablo • EDD1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora