~ Shock ~

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Kendall:









-¡Hey!- Carlos me encontró yendo a la habitación que le asignaron a Kate. -¿Todo está...?

-No quiero hablar de eso.- No me detuve y lo escuché caminar, aún detrás de mí.

-¿Y... la bebé?

Se me estrujó el corazón. No podía responder a ello. Sólo quería... Llegar a la habitación y verla...

Estampé a Logan contra la pared al verlo frente a la cama de Kate. Me daba igual si alguien de afuera escuchaba el disturbio. Sólo quería que se fuera.

Que desapareciera.

Él no tiene nada que hacer aquí.

-No tienes nada. ¡NADA! Que hacer aquí.- Gruñí contra su cara. -¡NI TÚ NI NADIE!

Sonrió de manera psicótica. Eso me enfureció aún mas.
Tomé su cabeza y volví a estrellarla contra la pared.

Sentí la mano de Carlos sobre mi hombro.

-¿Acaso no te das cuenta?- La risa desquiciada de Logan me descolocaba. -Ya no está embarazada de ti. Ya no puedes... protegerla. Cualquiera puede hacer el trabajo sucio de... llevársela. Jamás volverás a verla.

¿Con qué atrevimiento lo dice?
¿Cómo se atreve?

-Mataré... a todos los que lo intenten. Incluyéndote.- Apreté la mandíbula, mostrando mis dientes. Logró enfurecerme.

Jamás hagas enojar al diablo.

-Parece que el diablo bebé se enojó.- Logan se burló de mí. Lo solté, obligándolo a que retroceda.

Y bien que lo hizo. Porque cuando el diablo se enfurece, sus demonios adquieren forma.
Y hacen su trabajo.

Seis demonios eran suficientes. Para torturarlo y encerrarlo.

-Lo bueno de todo, es que no tengo que ensuciarme las manos contigo.- Escupí en su cara. -Si sobrevives, ven a verme y dime... Qué te pareció. Estamos a mano.- Le sonreí con malicia.

-Lo pagarás caro.- Lo vi sacudirse para liberarse. -¡Esto no quedará así! ¡Para cuando te descuides...!

-Tú estarás muerto para entonces. O desterrado.- Le di la espalda y Carlos se unió a los demonios. Él también haría mi trabajo. Al fin y al cabo, es como ellos.

Oí sus gritos desesperados hasta que el suelo se abrió y cerró a mis espaldas.
Logan estaría encerrado un buen tiempo.

Y Kate estaría a salvo.











***













-Kendall...- Oí sus gemidos y no lo dudé. Me acerqué a su lado. -Kendall.- Repitió.

-Tranquila, pequeña.- Pasé una mano por su mejilla mientras veía sus lágrimas caer. -Estás a salvo. Descansa.

-La... bebé.- El aire quedó retenido en mis pulmones. Mi corazón se estrujó en respuesta. -A... ayudala.

-Ella... está bien.- La consolé. ¡Por dios! ¡Eso no era cierto! Mis demonios internos chillaron en respuesta. -Tienes que... descansar.- Puse una mano en su pecho.

Me maldije a mí mismo por mentirle. Algo me decía que ella lo sabía.
No... No quería pensar en cómo se lo diría luego.

Me mordí los labios para no gritar. Quería hacerlo.
Gritar, destrozar cosas, decir improperios.
Dios no me advirtió...

• Enamorada del diablo • EDD1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora