Capítulo 12

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CAPÍTULO 12

Antes de disfrutar de mi cama, me puse una camisola larga, me detuve frente al espejo. En el momento en que vi mi reflejo en el espejo, me sorprendí, casi no me veía, tenía un aspecto desdibujado y alejado, como si yo no existiera, yo pensé que podría ser una alucinación. Una vez más la lechuza vino a mi ventana.

Mi cuerpo se estremeció de temor cuando la vi, estaba de pie y me miraba. Fui a su encuentro, en esta ocasión no era para asustarla, sino acogerla.

Eros me hizo ver a las lechuzas de otra manera. Lo que yo veía como una criatura fea y de mal agüero, ahora la veía como una amiga, una protectora, que venía a mi ventana casi todas las noches para velar mis sueño.

-No voy a asustarte. -Traté de tocarla, pero ella voló a la esquina de la ventana, impidiendo que yo lo hiciese. -No quiero hacerte daño.

Sentí que le amedrentaba. Incluso sin ninguna intención de hacerle daño.

Minutos después de poner a mi cuerpo tendido sobre el colchón. Acomodé la cabeza en la almohada con mis ojos clavados en el búho, que estuvo en el mismo lugar durante horas, sólo me miraba. No sentía ningún temor, recordaba a Eros y todo lo que me dijo acerca de ellos, me consolaban sus palabras de aquellas aves asustadoras que la mayoría de la gente temía. Miré a la lechuza, y sentía como si Eros estuviera presente en mi habitación. Y cómo sería agradable si estuviera presente allí, protegiéndome.

Cerré los ojos y caí en un sueño profundo, en presencia de la lechuza, aún con su enorme par de ojos.

Los primeros rayos de sol llegaron a mi ventana, me desperté con la luz, sentí irritación en los ojos, me puse la almohada en la cara, bloqueando la luz. Y yo seguía retozando en la cama.

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Valquiria - La princesa vampiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora