Capítulo 46

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 Capítulo 46

Pasé mis últimas horas de descanso aclarando mis dudas y preocupaciones ahuyentando al sueño. Acostada boca arriba, observando con precisión el techo sombrío de mi cuarto. Donde expuse variadas imágenes de Eros, varias escenas fantaseadas por mí, él correspondía en todo lo que yo sentía por él. ¡Era tan fácil amar de ese modo!

Me levanté a la mañana siguiente, las cortinas de la ventana quedaron más animadas.

Cambié de vestido, usaba uno largo, en color vino.

Anduve por el castillo. Todos dormían. Decidí dar una vuelta en las cercanías de la morada. El cielo nublado castigaba mi visión.

Caminé hasta el margen del lago, era uno de mis lugares preferidos, ya que allí todo era tan peculiar. Miré el agua, no pude ver mi reflejo en ella, recordé que yo ya no era más humana. Condenada para toda mi eternidad sin poder ver mi propia imagen. Yo no existía...

Me alejé del lago, angustiada, caminé en dirección al bosque de árboles secos. Quemados por la nieve. El paisaje estaba formado por colores sombríos. Quedé en pie encima de una roca, miré al cielo que me velaba. Segundos después mi visión detectó un cuerpo negro, bajando de las alturas, tan rápido que no tuve tiempo de seguir sus movimientos... La misma cosa estaba a mi lado. Cayó de pie encima de la roca. Nuestros ojos se cruzaron, acompañados de un suave silencio.

-¡Despertaste tan temprano! -dijo quebrando el silencio.

-Yo no pude dormir. - dije retraída, como si él supiese el motivo por el cual no conseguí cerrar mis ojos.

-¿Él espantó tu sueño? -preguntó mirando a las árboles sin vida.

Su pregunta sonaba sin importancia para él, era una forma de continuar la charla.

-Yo... es... la verdad... Yo me fui a acostar pensando en cómo...

Miré su rostro y él me encaraba esperando que yo terminase la frase.

Enmudecí. El coraje escapó de mi miente.

-Hablar contigo....

Continué de cabeza baja, las palabras salieron de mi boca.

-¿Qué tienes tan importante de hablar conmigo? ... ¿A este punto quedaste desosegada?

Se mostró compasivo.

-El amor que yo siento... por ti...

Sentí una reacción extraña en mi cuerpo al decir aquellas palabras. Alivio mezclado con desespero.

-¿Entonces era eso que tú me querías decir?

Preguntó mirando para el otro lado, su indiferencia comprimió todas mis expectativas.

-Yo ya sabía... -actuó con más frialdad.

-¿Sabías todo este tiempo? –lo miré, el miraba en otra dirección.

-Yo siempre supe... desde cuando estábamos en la Tierra.

-¿Y por qué nunca dijiste nada? -pregunté.

-Pensé que no era necesario que tú supieras que yo estaba enterado de eso.

-Hubieras facilitado las cosas... Yo no hubiera perdido tantas noches de sueño, tratando de arreglar una forma de decirte eso.

-Hubiera sido peor.

Crispé el semblante, confusa.

-¡No sólo habrías perdido noches de sueño, sino también habrías perdido el deseo por la vida!

Su voz sonó agresiva.

-¿Qué estás queriendo decir?

Me atrapó un negativismo.

-Yo no puedo corresponder lo que sientes por mí. -su voz sonó con aflicción.

Sentí que le dolía el decirme aquellas cosas. Él no me quería ver sufrir. Por eso no dejó translucir que sabía todo, estar neutro sería más fácil para él que tratar de convencerme en desistir de ese amor complejo.

-¿Por qué?

Las cosas aún no estaban bien claras para mí. Cuál era su objeción.

-Sólo los humanos me atraen.

-Yo era humana... -dije infeliz.

-¡Ahora no eres más! ¡Tú tienes que olvidarme!

Ordenó impaciente.

Todo lo que vi en aquel momento fue que él dio un salto enorme y su cuerpo de hombre se convirtió en una lechuza, que voló acelerada y desapareció en el aire.

Bajé doblando mi cuerpo, con los brazos cruzados, agarrados mi desespero y dolor. Lo que yo temía había pasado.

Yo no estaba dentro de él como él estaba en mí.

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Valquiria - La princesa vampiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora