Capítulo 38
Me acosté en aquella roca dura y helada que sería mi actual cama. Sentí la falta de un colchón suave, una almohada y una sábana para cubrirme hasta la cintura. Pero mi tortura mayor fue acostarme sin tener los ojos de Eros mirándome, desde que llegué a aquella casa, no lo vi más, no tuvimos contacto, a no ser cuando lo vi durmiendo en forma de un murciélago, ese encuentro yo no lo tuve en cuenta.
Pensé en mi madre, como ella estaría en aquel momento. La nostalgia presionaba mi pecho como una molienda, como desearía que ella estuviese conmigo. Una lágrima rodó por mi cara, la interrumpí con los dedos.
Cuando percibí que el sueño no me visitaría tan temprano, me levanté y caminé hasta la ventana. No avistaba nada allá fuera, sólo el suelo cubierto de nieve y un viento fuerte.
Yo casi podía alcanzar las nubes oscuras, de la ventana de mi cuarto, no tenía noción a que altura estaba, calculaba más de diez metros.
Permanecí en la ventana hasta que se fue la oscuridad y apareció un cielo ceniciento, con nubes oscuras, el tiempo estaba nublado. Me di cuenta que ya era otro día, había amanecido y yo quedé en pie en aquella ventana, la noche entera, velando aquella oscuridad infinita, sucedida de variadas melodías de los vientos feroces.
Salí de mi aposento y llegué hasta la sala principal, un silencio reinaba en el lugar, todos aún dormían. Caminé por tres corredores distintos, el último me llevó hasta una puerta central. Decidí abrirla con todo cuidado para no hacer ninguno ruido y despertar a los demás en la casa. Me encontré con el lado externo del castillo, todo muy diferente de lo que yo estaba acostumbrada a ver en la tierra. Coloqué los pies en la nieve. Caminé sobre ella, me encontré con un bosque enorme, parecía no tener fin. Con pequeñas rocas y piedras grandes olvidadas en la blancura de la nieve. Varios árboles marrones, con sus gajos secos, no había vida en aquel lugar, ni una planta verde, una flor, un arbusto...
Continué caminando sin la noción de que estaba cada vez más distante de la casa de mi padre. Mis pasos eran arduos por el hielo que me estaba congelando mis pies, sentía mucho frío, la temperatura en la casa era agradable, fuera de ella, era imposible resistir la helada. Paré próxima a un lago de aguas oscuras, en una tonalidad ceniza y azul marino. Puse delicadamente los dedos de los pies en ella, haciendo que los movimientos del lago se tornasen en un vasto molino. Pude ver mi fisionomía al mirar al agua oscura del lago, sería la última vez que vería mi imagen reproducida en ella. Sentí una presión en el pecho, una sensación extraña, algo acontecería conmigo en aquel día, yo no sabía que. Me alejé, asustada con lo que acababa de ver en el lago, el agua se había transformado en sangre. Y para completar otro susto, al girar, Bizak estaba frente mío, probable él me siguió hasta allí.
-¿Por qué estás asustada? -él preguntó.
Miré otra vez para el lago y el agua se tornó a su color normal, era sólo una visión mía.
-Yo vi sangre en el lago. -dije inocente.
-¿Sangre en el lago? –miró con sus ojos en la agua, dudoso, sabía que todo era fruto de mi imaginación.
-¡Está frío aquí! Yo voy entrar.
Sentí un dolor en los pies, estaban duros debido al hielo en el suelo.
-Tus pies están quedando violeta. -él dijo al verlos.
- Yo no lo había percibido. -dije mirándolos también.
-Toma mi mano, voy a llevarte, sin que necesites pisar en el hielo.
Al extender la mano, pude ver el símbolo de Neptuno en su pulso, del lado izquierdo.
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Valquiria - La princesa vampira
VampirLibro 1 en la Valquiria - La Princesa Vampira Sinopsis Valquiria creció teniendo sueños extraños con un hombre que nunca vio en su vida. Cuando conoce a Eros, un muchacho hermoso y atrayente, el misterio pasó a ser parte de lo cotidiano. Algunas...