Capítulo Veintiuno

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Capítulo 21:

Francisco.

Había restos humanos, pequeña cuerpos molidos y destrozados transformados en una masa gelatinosa qué hizo mis ojos lagrimear, de pronto mi garganta se cerro y todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas.

Me deje caer en el suelo volteando las cajas y sentí toda sangre y restos manchar mi pantalón, Arturo tomo algo del suelo y me miró preocupado cuando comencé a vomitar, aclaro su garganta antes de leer.

¿Te gustó el regalo de tu viejo amigo?
Espero que si, por que me tomo mucho trabajo.
Puedes venir por tu puta ahora, ya no la necesito.
Esta en la misma playa donde todo comenzó.
¿ya adivinaste?
En el mismo lugar donde tu padre paso a mejor vida.
Si no te apresuras, se va a morir ella también por que la sangre en su cuerpo no es eterna.
Por cierto, me encantó hacerla mía, muchas veces.
Sólo que ya no me sirve, llora mucho y haber tenido un bebé recientemente le quita lo exitante al asunto.
A mis hombres les está gustando jugar con ella mientras, dicen que es dócil, pero llora mucho, tu hija también lo hacía.

Aquí te veo.

cocodrilo.

Cuando termino de leer me miró y no pude evitar vomitar una vez más, mi estómago se había revuelto por completo y las lágrimas bajaron con furia por mis mejillas, Arturo golpeo el suelo, estuve a punto de dejarme caer, pero entre los restos mire algo extraño.

Tomé un par de manos, luego otro y me quede un poco extrañado, en total había cinco manitas y solamente tres pies, y no había nada tan pequeño como para un bebé recién nacido, así que sentí un peso elevarse de mis hombros.

-No son ellos.- Susurré.- No son ellos.- me puse de pie y corri, Arturo corrió detrás de mi, subí al asiento de piloto y con el corazón latiendo a mil por hora pise el acelerador.

A medio camino me di cuenta de que no tenia nada más que a ellos, me quede pensando en Sofía, en los golpes, en Isabel y su fuerte llanto, pensé en el embarazo de Sofía y en todas las consultas médicas que me perdí por estar trabajando, sobre todo en como habíamos peleado antes de salir de casa ese día.


La zona donde habían asesinado a mi padre estaba cerca del mar en una exclusiva zona hotelera, sé encontraba a una media hora de la ciudad así que mi pie estaba hasta el fondo del acelerador.

Íbamos sin armas ni protección alguna, solamente llevábamos lo que iba en el carro, mire a Arturo comenzar a buscar, los pasamontañas siempre iban conmigo, así que me paso uno de ellos.

Abrió la guantera y dos pequeñas armas cayeron, de reojo mire el último ultrasonido de Sofía, el ultrasonido de su séptimo mes, ahora estaba por cruzar al octavo y todos los golpes recibidos probablemente habían terminado con la vida de esa criatura.

-¿Sólo tienes dos?- Me pregunto y negué intentando controlar mi mente.

-Enmedio de los sillones, abajo del portavasos hay dos rifles.- Susurré y él asintió sacándolos de donde estaban escondidos.- Sabes que nunca llevo muchas en el carro.

Conduje hasta entrar a la zona, fue inconfundible, ya que había muchos lugares de renta de motos, algunos otros haciendo deporte en las mismas corriendo por las dunas de arena, incluso las pequeñas avionetas ultraligeras.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora