Capítulo Veintisiete.

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Había música sonando por todos lados, mucha gente gritaba y festejaba, había gritos por todos lados, se lograba sentir el aire cargado por toda la gente que se remolinaba unos contra otros.

Francisco bufo al escuchar todo el ruido que sus vecinos hacían, se acomodo en la silla y en ese momento, un grito lo hizo saltar de alegría.

-¡el borracho!.- grito Sofía sacando la carta de la pequeña baraja que le quedaba, Francisco retiro la moneda de su lugar y grito victorioso ante todos los presentes.

-¡gane!.- grito sonriendo.- ¡gane!.- se echo aire al rostro con la hoja, los presentes comenzaron a reír y Arturo sonrió, lo levanto con dificultad, entre otros dos amigos lo llevaron y lanzaron a la piscina.

Arturo resbaló y cayó dentro de la piscina, Francisco salio de ahí, mirando a su alrededor, alguien tomo a Sofía y la lanzó dentro, o eso fue lo que intento.

Se sostuvo con Fuerza del brazo de otra persona y ambas cayeron al suelo, pero Sofía quedo parada en la orilla de la piscina, no pudo evitar reír y se retiró.

Agradeció de forma mental pues aun no se recuperaba de la odiosa cuarentena.

Alguien grito y se lanzó dentro, golpeando a alguna persona que se molesto y lo empujó.

******

Los primeros rayos del sol recién iluminaban toda la ciudad, cuerpos se comenzaban a mover, entre el patio de la casa de Francisco.

Pero él no estaba ahí.

Había salido de la casa temprano, llevo a Sofía adentro en sus brazos, despertó a Arturo y ambos de alistaron y se fueron.

Francisco mantenía un cigarro entre sus labios, tenía algunas ojeras y se había vestido de mala gana.

Arturo estaba en las mismas condiciones, ni siquiera llevaba camisa debajo del chaleco antibalas.

Francisco encendió el cigarro justo al llegar, tomo su AR15, Arturo tomo su M16 y bajaron, personas de inmediato los rodearon haciendo preguntas, pero ni uno contesto, Arturo golpeó a varios con el arma para poder pasar.

Entraron a una casa, esta se encontraba en silencio, una persona estaba adentro, Francisco le dio un leve apretón de manos, la persona asintió, ambos se colocaron a los costados de una mesa.

Las personas atrás se mantenían pegadas a las ventanas, intentando escuchar lo que estaba pasando ahí dentro.

Francisco se sentó y Arturo quedo a su lado parado, varios hombres entraron también, Santiago se colocó al otro extremo de Francisco quien se acomodo bien en la silla.

-bueno, ¿de que querías hablar conmigo, camaleón?.- pregunto, subió ambas piernas la mesa y se dispuso a fumar a gusto su cigarro, el hombre, que mantenía un olor fétido a marihuana combinado con vodka.

-quiero que entres al negocio.- murmuró tomando una basura de la gran mesa y colocándola entre sus dedos.- necesito jovencitas, y como tu posees hombres jóvenes y en cierto punto, guapos, quiero que me consigan chicas.- paso una mano por su cabello canoso y descuidado.- básicamente quiero conseguir mujeres sin estrenar.

Francisco se levantó de la vieja silla la cual cayó al suelo haciendo un ruido seco que alertó a todos en la habitación.

-sabes que yo no trabajo para eso, mi padre de encargará de eso, como siempre ha sido.- dejo caer el puño en la mesa y el hombre apodado el camaleón se levantó, sonrió y lo miro.

-deberías superarlo, que hayas encontrado a tu noviecita entre una de las putas refugiadas, no tiene nada que ver, estamos hablando de negocios, dinero para ti y para mi.- Francisco dio un gran suspiro, levantó el arma, alejando un poco el rostro y colocándola sobre su hombro.

-¿que chingados has dicho de mi mujer?.- pregunto molesto, el hombre con aquella sonrisa arrogante levanto los brazos.- con ella no te metas.

-¿tanto te cala la verdad?.- pregunto sonriendo, echó hacia atrás la cabeza.- ella solo es una antigua prostituta más, y siempre lo va a ser, por que existen fotos y videos.- lanzó un mazo de fotos que se corrieron por toda la mesa, fotos de una pequeña que Francisco conocía bien.

Se escuchó otro ruido sordo, parecido al de los fuegos artificiales, y el hombre cayó al suelo, Francisco se dio la vuelta, los dos hombres que acompañaban a quien yacía en el suelo apuntaron, pero cayeron cuando Arturo junto a Santiago dispararon.

Alguien entro, pero Francisco solo se mantuvo con el rostro serio, los chicos lo siguieron en silencio sosteniendo las armas preparadas.

Subieron al auto y se fueron de ahí, un mensaje llego al teléfono de Francisco, el lo tomo mientras conducía y lo leyó.

>>hora de volver al negocio, junta con los de Sinaloa, en 30 minutos, colonia Oriente, casa de el chino.

Suspiro y condujo hacia la primera tienda que miro, un oxxo, por que en México encuentras más rápido un oxxo que a la policía.

Bajo junto a sus dos amigos a la tienda, Francisco pidió una caja de cigarros, además tomo un Gatorade y unas oreo, Arturo tomo una botella de monster junto a unos doritos mientras Que Santiago solo tomo una monster.

Pagaron rápido y se fueron, después se fueron hacia la parte oriente de la ciudad, un lugar en donde sus hombres iban mucho a repartir las mercancías, la casa de el chino, era un lugar de verdad odioso y maloliente.

Francisco siempre ha odiado ir a casas por negocios, usualmente mandaba a Arturo y Santiago, pero se sentía con ganas de salir, además Sofía había ido con sus padres junto a Nicolás, Isa se había quedado con Ignacio en el rancho.

Llegaron a la casa y comenzaron a comer con tranquilidad, pasaron los treinta minutos y la puerta se abrió, Francisco maldijo y dejaron sus cosas ahí, se alistaron las ropas, tomaron sus armas y entraron.

En esta parecía más decente, había una botella de tequila en el centro de una gran mesa de vidrio, una cantidad mayor de hombres estaban sentados alrededor de esta, Francisco suspiro aliviado y cuando entro, los hombres se levantaron e hicieron un saludo parecido al de los soldados, cosa que hizo reír a Francisco, todos se soltaron a reír.

-¡Francisco, te echaste un taco de ojo, pero del tuyo!.- hubo risas de parte de todos, Francisco se sentía en familia, había vivido entre maleantes, así que los conocía a todos, pero el chino siempre le había caído mal por aquella actitud odiosa.

Se sentó en la gran mesa y recibió saludos por parte de todos, Arturo y Santiago se sentaron a sus costados dejando las armas en sus piernas.

-bien... ¿que pasa ahora?.- preguntó, el silencio se formó en la sala y uno de ellos se puso de pie para ser mejor escuchado al momento de hablar.

-no es nada grave.- murmuró pero con voz firme.- el señor Williams, el papá del guero, resulta que nos quiere subir el precio de las pastillas, por que se le dificulta más el hecho de prepararlas, o que le des más empleo a su hijo.

Francisco agachó la cabeza molesto, el odiaba darle trabajo a menores como Dylan, el niño solo tenia catorce años de edad y eso era un problema.

-voy a hablar con él.- murmuró, aunque en verdad tenía planeado mandar a Santiago o Arturo mientras él hablaba con el pequeño Dylan, tal vez podría darle trabajo en su casa o en el rancho.

-bueno, ahora solo vamos a discutir algunos temas diminutos, como los tiradores, se reducen y debemos mandarlos a distintas áreas, en la oriente, piden mucho.... Sin decir que todos los cabrones se creen demasiado por trabajar en esto.

Discutieron un poco sobre distintos temas y un par de horas después ya se habían desocupado, Arturo junto a Santiago habían ido a playa encanto para charlar con el señor Williams o mejor conocido como el gabacho.

Y a Francisco le iban a enviar al pequeño Dylan a su casa.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora