Capítulo 1

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Capítulo Uno:

Francisco.

-¡¡¡Corre, Corre, Corre!!!.- gritó una voz entre risas con un tono burlón.

Gire mi cabeza para encontrarme con una enorme sonrísa seguida de una lengua, Arturo estaba loco, en su mano derecha sostenía un AR15, mismo que colgaba como si fuese de plumas en su pecho.

Logré llegar hasta donde habíamos dejando estacionado el Ford Raptor color blanco con negro que usábamos para estas cosas, me subí y Arturo, mi mejor amigo, se acomodó en la parte trasera, escuché algunas detonaciones y comencé a sentir la sangre correr por todo mi cuerpo con rapidez, meti la llave al interruptor y miré por el espejo retrovisor.

Sentí la adrenalina correr por todo mi cuerpo hasta llegar a mis pies, pisé el acelerador con fuerza a la par que escuchaba un golpe, podía apostar a que Arturo se había dado un golpe en la cabeza gracias a mi brusco e imprevisto movimiento con el auto.

Cuando comencé a conducir no esperaba que nos siguieran, por que comúnmente no lo hacían y yo estaba encantado con eso, pues jamás me había gustado la idea de armar dramas en las calles de la ciudad, pero ellos lo pedían a gritos, así que no iba a detenerme.

Apreté el volante con fuerza, cerré los ojos por unos segundos y supe de inmediato cual iba a ser mi plan para perdernos.

Giré de forma peligrosa en un callejón haciendo que uno de los tres autos que nos seguían impactara contra un poste de luz y que Arturo se tambaleara peligrosamente, solté el aire que no sabia que retenía cuando escuche la llanta de un auto rechinar y explotar; un impacto más junto a un grito de euforia de Arturo me hizo saber que el tercer auto chocó con el segundo dejándonos libres, ya podíamos dar por terminado el trabajo de hoy y respirar sabiendo que habíamos pasado otro día.

Di varias vueltas por la ciudad para asegurarme de que nadie nos siguiera antes de conducir hasta la casa, hicimos eso de dar vueltas por alrededor de una hora y al final llegamos a casa con el estómago vacío, la adrenalina por el suelo y las tripas gruñendo como tigres.

Nuestros estómagos se podían sentir igual de vacíos que como sentía la casa justo después de la muerte de mi padre, pero ahora era un lugar diferente, pues era el lugar donde Arturo estaba viviendo junto conmigo y Sofía.

Debo admitir que cuando me enteré que sería padre un horrible miedo me lleno por dentro, sentí impotencia, me sentí acorralado y sin un lugar a donde poder huir, jamás pensé en tener hijos por que en este mundo del narcotráfico si se quieren vengar de ti no te van a matar.

En este mundo matan a tus hijos o a tus seres queridos, eso pasó con una hermana de Arturo, nunca apareció cuando se la llevaron hace muchos años, ella es una de tantas desaparecidas, aunque el padre de mi amigo no es narcotraficante, si no un Policía.

En fin, Sofía ahora vivía conmigo por que yo así lo quise, sus padres no se emocionaron mucho con la idea de que su bebé de apenas diecisiete años estuviera esperando un hijo, pero al final lo aceptaron por que no había muchas opciones.

Y yo pedí que me dieran la oportunidad de traerla a vivir conmigo, pues yo sabía que tenía un trauma por una situación que vivió, de la cual mi padre la ayudó a salir y gracias a eso fue como la conocí.

Así que ella estaba en la casa, supongo acostada, con ese enorme vientre de embarazo que me daba terror, no recuerdo si llevaba ya siete u ocho meses, como sea, ella se veia muy... Gorda, pero siempre que la miraba solía decirle que se veia linda para no recibir golpes.

Por cierto, no debo olvidar que últimamente esta muy irritable.

Dejé el auto afuera, hoy era día de llevarlo a lavar así que no había que meterlo, el pobre estaba lleno de lodo y polvo, además por dentro tenia muchos envoltorios de dulce.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora