Capítulo Veintinueve.

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viernes, Septiembre 12.

El sol se mantenía en lo alto del cielo, haciendo que un horrible calor abrasador rodeará la ciudad.

Francisco salió de entre las sábanas un poco exaltado, abrió los ojos y miro a su alrededor, Sofía dormía abrazada a Isa y Nicolás seguía descansando en su cuna.

Dio un suspiro y se acomodo en la cama, miro a Sofía, aquellos ojos que permanecían cerrados, su respiración tranquila y su rostro calmado.

Se levantó de la cama y camino hacia el baño, cerró la puerta con cuidado y se miro en el espejo.

Aún tenía marcas por el rostro, la cicatriz de su ojo se miraba horrible, las costuras aun no se habían retirado, aun faltaban unos días, además, su cuerpo completo estaba dañado y un poco morado, miro su cuerpo un poco más.

Bajo sus pantalones e hizo lo que debía haber, vaciar su vejiga, se lavo el rostro junto a los dientes y salió peinando su cabello con el agua que quedo en sus manos.

Salió de la habitación, la casa se encontraba en un silencio demasiado extraño, bajo los escalones y se encontró a Arturo junto a aquella rubia falsa, Francisco suspiro por lo bajo pero saludo.

-buenos días.- hablo ella en forma seductora pero demasiado estúpida, Francisco levanto solo la mano a modo de un saludo leve y desganado.

-Francisco ¿vas a ir a la fiesta de la hija de José?.- pregunto Arturo y Francisco asintió casi de inmediato, abrió el refrigerador y saco de ahí una manzana verde.

-si, ya le dije a Sofía.- lavo la manzana muy bien y después le dio una mordida, se despidió y fue directo a la sala de estar, en donde se echo en el sofá y encendió la televisión.

No se sorprendió al ver la repetición de una novela un refugio para el amor, o algo así era, el comenzó a verla por curiosidad.

Noto el acento que le habían puesto a la chica, el típico acento de las personas del norte.

Repaso las palabras de forma lenta y comenzó a hablar.

-mucho... Ocho... Chingado... Chamaco... Chabacano.

Se río por su acento, aunque el no lo había notado, en lugar de decir la ch como se pronuncia, el lo decía como si estuviera una s, básicamente el decía musho, shocolate, shamaco etc.

Siguio viendo la novela, la cual parecía demasiado interesante, la protagonista se suponía que era una joven indígena de la Sierra de Chihuahua, aunque estaba completamente blanca y siempre estaba maquillada, se quedó pensando en aquel aspecto.

¿por qué no ponerla morena?

Esa pregunta rondo por su cabeza un buen tiempo, hasta que descubrió una buena teoría.

Pero en ese momento alguien llego a su lado cubierta por la pijama más pequeña del mundo, el cabello revuelo en un moño mal hecho y el rostro recién lavado.

El estiró los brazos, Sofía se tumbó en el sofá y dejo frente a ellos un pequeño monitor para bebés, se acomodo bien entre aquellos cálidos brazos y cerró los ojos.

-muero de sueño.- murmuró abrazándose mejor a el, quien solo busco algo en la tele para ver.

La puerta de la entrada se abrió de golpe, Sebastián entro, el era uno de los trabajadores antiguos de ahí, Francisco se levantó.

-Francisco, tienes que venir en este momento.- le dijo, Francisco se levantó, se despidió rápido de Sofía y salió.

Subió al auto que estaba encendido y el hombre lo condujo hacia un lugar que no le traía buenos recuerdos, pero, en fin, aquella parte de la ciudad, en donde las casas abandonadas e invadidas cubrían los alrededores.

Había un escenario aun más extraño que las mujeres con ropa exótica.

Tres cuerpos estampados contra el suelo, la sangre había salpicado por todos lados y estaban deshechos.

Francisco se acercó y uno se levantó de golpe, pero cerro los ojos y volvió a caer, había gritos por todas partes, sobre uno de los cuerpos estaba una cartulina blanca, o bueno, anteriormente blanca pues estaba manchada por completo de pedazos de carne y sangre.

Nos vamos a vengar, no importa quienes sean ustedes, nosotros somos los meros meros de Sonora, así que más les vale cuidarse.

Francisco maldijo negando, un par de autos policíacos llegaron de golpe y derrapando, levantaron las armas, Francisco maldijo por lo bajo al no llevar armas, Sebastián disparo un par de veces al aire y los policías enseguida se escondieron detrás del auto y ahí aprovecharon para irse.

Montaron el auto, se colocaron el cinturón de seguridad lo más rápido posible y Francisco comenzó a manejar, usualmente el sabia manejar de forma perfecta, aunque a veces se distraia un poco.

Un auto pequeño, tal ves un Ford focus, se paso el auto cuando Francisco igualmente se lo paso y se llevo el pequeño auto de corbata.

Francisco se golpeó la cabeza y Sebastián se miro un poco mareado, pero Francisco no tenía tiempo para ver si estaba bien la otra persona, dio reversa y siguió su camino aún demasiado mareado.

Se metió por las primeras calles que miro, tratando de elegir las menos transitadas, giro por las vías del tren y aceleró, un carro de soldados lo topo de frente, por suerte iba demasiado lleno y al girar de golpe, se ladeo un poco, Francisco aprovecho, aceleró con fuerza y golpeó la parte trasera derecha del auto, así logró salir.

Aceleró casi todo lo que podía, acelerando y rebasando a todos los autos que se metían en su camino, sentía la adrenalina correr por todo cuerpo, sonrió al volver a sentir aquella sensación de alegría.

Giro reduciendo un poco la velocidad, Sebastián preparo una pequeña arma y la cargo, estando atento mirando por todos lados.

Apareció un pequeño Toyota que se impacto con el auto, Francisco maldijo, junto a Sebastián se retiraron los cinturones y salieron corriendo, cansados, mareados y desorientados.

Corrieron todo lo rápido que pudieron, intentando esquivar a las personas que se habían comenzado a amontonar alrededor de accidente.

Francisco giro la cabeza hacia atrás y logró ver como un pequeño cuerpo era sacado del auto, sintió algo apretar con fuerza la boca de su estómago, bajo un momento la cabeza, pensando en como el tiempo parecía detenerse.

El cuerpo fue retirado de dentro del auto, una persona lo cargo y dejo en el suelo, revisaron su pulso, al parecer lo encontraron y el pequeño se levantó.

Ahí fue cuando fue consciente de la rapidez a la que iban, se detuvo y muro a Sebastián.

-vamos a parar un taxi.- murmuró un poco molesto.

Esperaron y se les dificultó parar un taxi, hasta que uno de ellos si se paro, Francisco abrió la puerta y en ese momento, del cielo cayó un cuerpo, azotando contra el auto con fuerza.

La sangre mancho a Francisco quien retrocedió asustado, miro el rostro del joven, lo conocía, era de los que repartían.
En su espalda había una odiosa nota.

¿estas contento con lo que has causado? Los hombres mueren... Y ni todo el dinero del mundo te va a salvar de morir como su fueras un animal, de eso me voy a encargar yo.

Francisco maldijo y tuvieron que volver a correr, pues venía un auto policíaco, se echaron a correr por una pequeña calle en donde las personas miraban aterradas.

Al fondo de la calle había un viejo auto conocido por Francisco, quien le hizo señas, el auto no tardó mucho en llegar a su lado.

Ambos subieron y el auto se fue de ahí lo más rápido que pudo.

Francisco miro su ropa manchada de sangre y suspiro un poco aliviado en cierto punto pero afligido.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora