Capítulo 22

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Ansias de sangre

(El contenido de este capitulo puede herir la sensibilidad de algunos lectores. Se ruega discreción y discernimiento personal )


La sangre se escurrió tibia entre sus dedos, más, no se esforzó por limpiarla.

Estaba muerto. Le había matado y eso, ¿Se sentía mal?. La sonrisa de su rostro daba a entender lo contrario. O, ¿Acaso no estaba sonriendo y sus cicatrices hacían aparentar que si?

No lo sabía, ni quería averiguarlo.

Encendió un cigarrillo, manchándolo con el líquido carmesí que se resbalaba de su mano. Tampoco era consciente si provenía de su cuerpo, o de aquel hombre que yacía inerte en la cama.

El sabor de la sangre se mezcló con el del tabaco, y el humo le ofreció recuerdos, que hubiese preferido que se quedasen atrapados en su mente para siempre.

Ese hombre le había parecido mucho más grande cuando era niño.

Llegaron junto a Frank a una casa en las afueras de la ciudad. No había nada más alrededor que campo y oscuridad. Se aferró fuerte a su conejo de peluche, sintiéndose un poco inseguro y temeroso, como si dentro de él pudiese sentir que nada bueno le esperaba en aquel lugar. Ambos se adentraron allí sin decir palabras.

Estaba nervioso, su pequeño corazoncito latía con fuerza.

No le agradaban los desconocidos, pero él era un niño obediente. Jamás supo el nombre del tío de Marcus y nunca le interesó enterarse de ese detalle. El hombre le sonrió amable, mientras observaba el juguete que tenía entre sus manos.

_ Así que te gustan los conejos _

Él asintió tímido

_ ¿Quisieras ir a ver los que tengo en el patio? _

_ Si _ respondió emocionado

El hombre se dio la vuelta y llamó a un niño de unos 10 años de edad

_ Marcus... llévalo a ver los conejos _

El muchacho le tendió la mano sin decir palabra; se lo veía triste y lastimado. Eso logró que sintiera un poco más de miedo del que ya estaba experimentando y que dudase en aceptar su gesto.

Las jaulas en donde se encontraban los conejos, estaban inmundas. El olor era bastante nauseabundo, sin embargo, esos animalitos eran tan hermosos que hacía que lo demás careciera de importancia.

Se dio la vuelta, muy contento y deseoso de compartir su estado de ánimo con aquel muchacho, pero lo que vio no le gustó nada. La sonrisa de inmediato se borró de su rostro al notar que aquel niño, estaba llorando.

Le dieron un baño y le vistieron con las ropas de cama que había traído en su pequeño bolso. Le recostaron en una cama enorme y dejaron el velador encendido.

La cabeza comenzó a dolerle. Su mente se resistía a seguir recordando, no quería hacerlo. Sin embargo, su memoria parecía haberse aclarado caprichosamente. Las imágenes aparecían de tal forma, que aparentaban acosarle.

Su boca era demasiado pequeña, como para que aquella cosa asquerosa entrara en ella. Su padrastro y el tío de Marcus sudaban y gemían.

Era asqueroso. Le dolía, le estaban lastimado. Lloró con todas sus fuerzas, el pene de aquel extraño llegaba hasta su garganta provocándole arcadas. Se asfixiaba.

Su olor era repugnante.

Su visión empezó a nublarse, Frank se acercó a su boca con su miembro erecto y se lo introdujo dentro, sin esperar a que el desconocido quitase el suyo. Las comisuras de sus labios comenzaron a rasgarse dolorosamente.

Jack: The JokerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora