Capítulo 49

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Preguntas


Sus ojos ardían a causa de la intermitente luz de un tubo incandescente. Todo su cuerpo parecía estarse quemando, pero, tal vez, era su mente la que creaba esa sensación en un vano intento de recordar.

¿Qué hacía allí? ¿Qué era ese lugar?... ¿Cómo saberlo?

Se había despertado de un sueño bastante largo aparentemente; podía deducirlo por lo crecido que tenía el cabello.... ¿Hacía años que estaba allí?

No podía moverse, pero, a pesar de ello tenía las muñecas y tobillos sujetados por unas cuerdas a la cama en la que estaba recostado; no podía hablar, tan solo sentir lo revuelto de su estómago y la saliva que se escapaba inevitablemente de sus labios; misteriosamente tampoco podía tragar.

Ese era el sabor tan amargamente conocido de los sedantes, que hacía que todo girase sin cesar.

Blanco y gris por todas partes, en las paredes y en las ropas de los ¿doctores?... ¿Era eso un hospital?... no, era algo más.

El suelo parecía moverse esta vez. Estaba sentado en ¿una silla de ruedas? ¿En qué momento le habían subido a ella?... Demasiadas preguntas, para apenas haber despertado, hacían a su cabeza doler.

Había sentido un golpe fuerte alguna vez, de esos que te quitan la consciencia. Podía recordar las llamas y el sabor de la sangre ¡dolor! En su pecho, en su corazón... Oscuridad

Y ahora ¿dónde le llevaban?

Más gris, hasta el punto en el que creyó que podría odiar ese color. Una habitación bastante iluminada, como si su única finalidad fuese dañar a sus ya de por sí, adoloridos ojos.

¿Qué era ese sonido?... una extraña caricia en su cabeza y su cabello desprendiéndose de ella al ras.

_ Nos pagaran mucho por esto _ creyó escuchar como si se tratase de un eco y de repente risas que parecían aturdirle.

Le quitaron las ropas, así sin palabras de por medio, sin importar que siempre había sido pudoroso y que no había permitido nunca que alguien le viese desnudo.

Le tiraron encima un cubo de agua helada y le fregaron la cabeza, ahora calva, y el cuerpo, al que notó con más vello del que alguna vez se había permitido tener, con una esponja que raspaba hasta el punto de ser dolorosa. Luego le echaron encima un polvo que tenía un olor a insecticida asqueroso y que se metía por sus fosas nasales casi impidiéndole respirar.

Le vistieron nuevamente con una bata blanca que olía a limpio.

Se sentía tan humillado que deseaba huir lejos, sin embargo por más que lo intentase su cuerpo no le respondía, ni iba a hacerlo; eso lo sabía muy bien.

El frio le calaba los huesos, de regreso al lugar que parecía ser su habitación.

Había notado horrorizado que una par de quemaduras le marcaban el costado derecho y que en su pecho había una más grande aún. ¿Qué había sucedido?... ¿su rostro también estaría así de quemado?

Le dejaron sentado en esa silla en la cual también estaba atado. ¿Qué necesidad de hacer eso? Si estaba tan sedado.

Dirigió sus ojos hacia la diminuta y enrejada ventana, una vez que le dejaron solo. Los rayos del sol le iluminaban con una debilidad casi dolorosa; intentaba recordar el porqué de estar en ese lugar, sin embargo, su cabeza se veía envuelta en una maraña de imágenes sin sentido que se mezclaban entre risas y llantos de angustia, que hacía que su boca se llenase de sabor a sangre y nacieran dentro de él, con fuerza desmedida y renovada, sus deseos de vomitar.

Jack: The JokerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora