CAPITULO OCHO

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Siento mis ojos arder, esas son las consecuencias de haber llorado por ese imbecil llamado Ignacio. Él es lindo, a veces es gentil y buena persona con gente como yo pero otras tengo ganas de nunca haberlo conocido. Mis sentimientos me confunden, nunca he sentido eso que él me despierta cuando lo veo, que hace mi corazón se acelere y mis manos suden. Pero sus palabras de desprecio me hieren, me siento de nuevo como ese día, hace cinco años, la primera vez que vi en mi vida a Ignacio. Sumida en descifrar mis sentimientos no vi cuando me choque contra alguien.
- ten cuidado por donde caminas rata- me grita enfurecido y con desprecio un hombre y sigue su camino a paso rápido como si se le fuese la vida en ello. Yo me quedo atontada en medio de la calle sin saber a donde ir, me he olvidado mi destino y porque salí del hospital. Estoy en un lio. Me apoyo en la pared que tengo cerca y ordeno mis pensamientos. Aun sigo confundida porque esa simple frase de ese señor desconocido me dejó asi, esas frases nunca me hacían nada, ya estoy acostumbrada, pero porque ahora si me afectan?. De repente recuerdo porque estoy aqui. Comida. Recorro con la mirada el lugar donde estoy en busca de al.gún negocio en el que pueda pedir un poco. Encuentro un negocio chico, algo que le dicen almacén. Antes de entrar cierro los ojos preparándome psicológicamente. Entro.
- hola- digo tímidamente. Hay una empleada, ni joven ni vieja, tendrá unos treinta años. Me mira de arriba a abajo y un gesto de desprecio aparece en su cara. Respiro de forma cansada.
- ¿que quieres?- me pregunta con brusquedad. Mi mirada se vuelve fría, no me importa lo que piense solo quiero comida para mi hermano.
- un poco de comida- digo sinceramente. Aqui comienzan las humillaciones.
- No, aqui no hay al menos que pagues, y como no tienes vete- me espeta ella con asco y se vuelve dándome la espalda. Esa actitud colmó el vaso de mi paciensa hacia esa gente que solo se miran ellos mismos y no les importa un poco alguien que no viene a pedir plata solo un poco de comida, juzgan la parte externa no saben las causas de porque piden, solo juzgan por lo que ven, por las apariencias. Los odio.
- mire mujer - digo con frialdad- no me importa si aqui se paga o no, yo solo quiero un poco de comida para mi hermano internado, y me importa un rábano si me cree o no. Pero sabe qué? no se preocupe no voy a volver a pisar este maldito lugar en mi vida. Solo le advierto una cosa, si mi hermano se muere por que su desprecio no le permitió darme algo de comida no se sorprenda si llego aqui con una cuchilla para matarla- digo con todo el odio contenido. Al decir eso me calmo y puedo ver el efecto de mis palabras. Su cara cambia, ahora está blanca y está petrificada. Me giro y me encamino hacia la salida pero su voz me detiene.
- mentirosa, tu lo unico que quieres es comida para tu desgraciada familia pero ¿adivina que? no te daré nada, gente como ustedes merecen morir, ¿para que alimentar gente que lo único que hace es pedir y molestar?.- su voz de burla me petrifica, me doy vuelta para enfrentarla y darle una muy buena merececida bofetada, tengo los puños cerrados y mi mirada fría. Abro la boca para hablar pero otra voz me detiene.
- ¿Como puedes tratar asi a una niña?- la voz es grave. Me giro sorprendida y mis ojos se agrandan al ver quien es. Leonard, el carnicero. Su mirada es de tristeza hacia esa mujer y a la vez de enojo.- dele ahora mismo lo que pide- su voz es imponente, nunca lo vi asi. Me defiende como si fuera su hija. Me encantaría ser su hija.

No se como ocurrió pero Leonard logró que esa esa cosa llamada mujer me diera comida. Estamos en camino hacia el hospital. Hoy me he desentendido de mis hermanos. Son las cuatro de la mañana, aun no se porque Leonard está despierto a esta hora de la mañana.
- que haces aqui?- pregunto normal, mi voz sale con vapor, hace frío.- y como sabes que estoy aqui?- vuelvo a preguntar. Espero respuestas.
- Estaba por ir a dormir cuando recibo una llamada desconocida, resulta que era ese chico rubio, Ignacio- mis ojos se abren desmesuradamente. Nunca me lo esperaría de él. La simple mención de su nombre me hace sonreír, recordar su cara, sus ojos, su voz.- me contó todo lo que pasó y me pidió que yo viniera aqui- el continúa hablando y yo como buena masoquista que soy presto atención lo que cuenta Leonard del unico chico que me hace sufrir.
- él cómo sabía que yo estaba aqui?- pregunto inconscientemente, no quería preguntarlo.
- porque te estuvo siguiendo pero que él no podía acercarse a ti- me dicr y me mira como si supiera lo que pasó, yo suspiro resignada pero no cuento lo que suciedió, algo me impide contar lo que él dijo.
- sigue despierto?- en cuanto lo digo tengo ganas de cortarme la lengua. Qué me importa a mi si está despierto. O si?. Me gusta Ignacio?. No lo se. - Leo- lo llamo y me paro pensando como armar la pregunta sin delatarme.- uno cuando sabe que está enamorado o que le interesa una persona?- pregunto, el sonríe.
- cuando sentís que nada más vale la pena que ver a esa persona, cuando sentís que darías todo por el o ella.

Leonard me acompaña hasta el hospital. Estoy pensativa, reflexionando sobre mis sentimientos que me causan intriga.
- ya llegamos- me llama Leo. Le hago una media sonrisa sin humor. Cuando entro a la habitacion donde se está mi hermano, me encuentro con una sorpresa, allí está Ignacio charlando con Pedro. Él ya está mejor, de buen humor y la voz le sale mas nítida. Sin hacer ruido cierro la puerta y me quedo observando allí esta interesante escena. En un momento Ignacio le hace cosquillas y él se retuerce riéndo, eso me conmueve.
- ya, para!- le pide Pedro- aun no me has dicho que te pasa con mi hermana- pregunta de repente serio. Observo la reaccion de Ignacio, se rasca la nuca y mira sus pies.
- ¿porque preguntas?- su voz tiembla ligeramente.
- la escuché gritar, ¿que paso?- pregunta. Inconscientemente mi ceño se frunce ante el recuerdo y otra vez mi herida se abre, otra vez escucho su voz diciendome rata callejera, otra vez su cara de asco y repugnancia de hace cinco años vuelve a mi memoria, cierro los ojos y respiro para calmarme y que no me vean llorar, no me vean ser debil. Eso me enseñó la calle, no hay que ser debil, hay que seguir adelante aunque estes muerta por dentro aunque quieras dejarlo todo y morir. No puedo, tengo que sef fuerte por Pedro, por mi madre, por mis otros hermanos, por mis amigos, por mi dignidad.
- lo que pasó es que cometí un error y ella se encargó de hacerme recordar cual era- contesta suavemente.
- ¿de verdad? pues me alegro que lo reconozcas- digo fríamente. He decido que no me dejaré confundir por alguien qud me tiene pena y que lo que de verdad cree es que soy una rata callejera- ahora, si ya terminaste con tu obra de caridad, vete.- digo señalando la puerta sin mirarlo. Cuando escucho sus pasos cerca mio intento alejarme pero una mano fuerte me retiene. Agacho la cabeza evitando cruzar con su morada y que las lágrimas salgan.
- no seas injusta, Izzy, todos tenemos un pasado negro.- susurro cerca de mi oído. Lo último que escucho antes de romper a llorar de nuevo es la puerta cerrarse suavemente.
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