—¡Tía que dices!¿Y no le has echado una mirada sexy de las tuyas?—me gritó María.Creo que le escuchó todo el polideportivo, lo hizo aposta la cabroni.
¿Pero yo tengo una mirada sexy?Tonterías.
—Mmm no.Solo me ha mirado chicas—dije a la vez que le decía a María con un gesto que bajara la voz.
—Pero...¡Se te ha quedado mirando!—sigue gritando María.
—Tía y encima vive enfrente tuya, lo que daría yo, con el viejo que tengo yo enfrente—dijo Irene y todas nos reímos.
—Pero chicas, veo que no os dais cuenta que SOLO me ha mirado—les dije por quinta vez remarcando el solo.
Por fin dejábamos el tema, si lo sé ni hablo.Estuvimos toda la tarde marujeando, hablando de todo el que veíamos, contándonos cotilleos, hablando de chicos y de la ropa que nos queríamos comprar.
Cuando acabaron los chicos de entrenar decidimos cogernos unas pizzas e irnos al bajo de María.
Después de cenar enseñamos a los chicos a bailar ba chata y mientras nos reíamos de ellos.
A las doce de la noche nos tuvimos que ir todos.
—Oye chicas, podríais venir el Viernes que viene, hay una fiesta que hacen en el polideportivo, cada chico puede llevar a una acompañante.Yo llevaré a mi novia, pero podéis acompañar a Sebas o a Álvaro—nos sugirió Jorge.
—Estoy castigada—dijeron al unísono Irene y Ángela.
—Yo me apunto—dijo María.
—Yo ya tengo acompañante—dijo Laura.
—¿Quién?—preguntamos todos a la vez.
—¿Quién va a ser?Mi chico, Ángel.Todavía no hemos vuelto, no me pongáis esa cara.Pero estamos en ello.—explicó Laura.
—Bueno pues María, tú mi acompañante, ya que has sido mi profe de baile esta noche—dijo Sebas.
—Tú lo que quieres es tener una acompañante guapa y buenorra, que baile bien como yo—dijo María con tono humorístico y todos nos reímos.
—Pues Esme...¿Quieres ser tú mi acompañante?—me preguntó Álvaro mirándome a los ojos, tímidamente.
¡Claro, claro, claro!
Esme solo te esta pidiendo ir a una fiesta de acompañante, de amigos.
Esme lo tienes olvidado.Solo te ve
como amiga, pensé.Todos nos miraban, todos sabían lo que sentí por él en su momento.No porque él o yo lo contáramos, simplemente porqué me conocían y lo notaron.
—Mmm si claro, si me dejan iré.¡Pero ya te vale ponerte las pilas bailando!¡Que serás muy bueno con el balón pero en el baile pareces un pato mareado!—dije al fin para relajar la tensión, haciéndome la graciosilla.
Todos se rieron.
Él me puso esa sonrisita de pícaro que tanto me gustaba.