El día siguiente no quería quedarme en casa.
Pronto empezaría los exámenes y tenía que aprovechar.
Hacía tiempo que no hablaba con Miquel, lo llamé varias veces y le envié unos cuantos mensajes y no me contestó.
Pensé que era raro.
Al final quedé con Joan en su casa, ya que ese viernes no pude quedar con él porque fui al cumpleaños de Álvaro.
No sé si lo había nombrado pero Joan vive una calle detrás mía.
Como siempre que voy a su enorme casa toco mil veces hasta que me abre la señora Mari, es la mujer que se encarga de la casa de Joan y de él.
Para Joan es como su segunda madre, sus padres trabajan mucho y eso ha hecho que Joan no fuera un niño feliz, no pasó la infancia con sus padres como los niños normales pero allí estaba Mari para llevarle al parque todos los días.
La señora me sonreía como lo hacía siempre que me veía.
—Esme, hola cariño pasa, Joan esta en su habitación.
Subí las anchas escaleras y me dirigí hacía el final del pasillo donde esta la grande habitación de Pablo.
Estaba sentado en uno de los sillones de su balcón, no me gustaba lo que estaba haciendo, me senté en el de al lado ni se percató de mi presencia.
—Sabes lo que odio que hagas eso.
Se sobresaltó cuando me vio sentada a su lado.
—No quería que me vieras fumando—apagó el cigarro.
—Te estás matando tú mismo.
—¿Me tienes qué dar la misma charla qué me dan mis padres siempre que me pillas fumando?—me dijo arregañadientes.
—¡Pablo, no te estaría diciendo esto si el cigarro fuera de solo tabaco!—dije levantándome mosqueada al fijarme en el contenido del cigarro.—¡Y te digo esto porqué me preocupo por ti!
Conociendo a Joan en situación normal, como las otras muchas veces que tuvimos la misma conversación, me gritaría y me diría que no me metiera en su vida.Pero en cambio agachó la cabeza y se cubrió la cara con las manso, lo conocía sabía perfectamente que cuando fumaba algo que no era tabaco era porque estaba triste y se consolaba de esa manera.
Me arrodillé delante de él y le acaricié el pelo.
—Pablo, ¿pasa algo?Mírame.
Tenía los ojos tristes y como siempre por muy triste que estuviera no lloraba, típico del chico duro.
—La he cagado.
—¿Qué has hecho?
—¿Has hablado con Ángela?—me preguntó.
—No, me he quedado sin batería, ¿por?
—Todos los días he ido a recogerla al instituto y la llevo en moto a su casa, como ya sabes estoy expulsado, hoy estaba hablando en la puerta con un pijo de estos que ya sabes que no soporto pero para rematar he visto como lo miraba, se notaba que le gusta el chico y lo he confirmado cuando le ha dado ella un abrazo y él se le ha lanzado y le ha besado, no he podido controlarme he ido y le he pegado un puñetazo al chaval.Se ha caído al suelo del golpe y Ángela se ha agachado con él y me ha mirado con la cara descompuesta con lágrimas y como si fuera un monstruo y bueno y yo me he ido sin más—dejo de mirarme y agachó otra vez la cabeza.
—Pablo, no te preocupes, todo se hablará y se solucionará, hablaré con Ángela, todo ha sido un malentendido ella lo entenderá.
—Esme, no quiero que se solucione, mira lo que he hecho por un malentendido, no le has visto la cara con la que me ha mirado, me tenía miedo, solo quiero que sea feliz y al lado mío nunca lo será.Gracias por ayudarme, digas lo que digas voy a seguir con el mismo pensamiento.
—Joan, no.
—¡Qué me dejes en paz!—me gritó agresivo.
No sabía que decir, no le tenía miedo, para nada, lo conocía, él no es capaz de hacer daño a una mujer físicamente y menos a mí.
Lo único que hice fue quitarme los pendientes de aro que me compró y dejárselo en su cama y me marché de su casa.
Estaba bastante cabreada, me cansaba su actitud y sus maneras, lo único que cambiaría de él.