Pasó un mes desde aquel día, solo llevábamos un mes, no tenía porque estar enamorada aún.
Poco a poco iba conociendo al verdadero Pablo y sinceramente echaba de menos a veces como era al principio.
Ahora era tierno y cariñoso no tenía nada del chico gracioso y al que me hacía de rabiar que era cuando empecé a conocerlo.
Pero no podía quejarme de nada de él, me encantaba estar con él, me sentía bien y querida.
Hacíamos un mes pero no podíamos quedar, era el cumpleaños de Ángela, y lo primero son las amigas.
Ángela y Joan seguían tonteando pero no eran nada.
Joan seguía como siempre quedando con chicas y haciendo con todas lo mismo.
Me sentía mala amiga, no se lo contaba a Ángela, pero saberlo le iba a hacer más daño y no podía contar los secretos de mi mejor amigo.
Ella estaba loca por él me lo confesaba todos los días.
A él también le gustaba, lo conocía, cada vez que le hablaba de ella cambiaba de tema.
Hacía tiempo que no quedábamos toda Las Serdis, aunque nos veíamos todos los días en clase.
Ángela, como siempre, hizo un simple cumpleaños pero a todas nos encantaba.
Su casa era muy bonita y grande, donde tenía un enorme ático.
Allí nos sentábamos todas en su amplio sofá y cuatro cuencos de palomitas.
Esa vez nos pusimos una peli de miedo, todas estábamos muy abrazacitas.
Irene y Ángela se durmieron y les hicimos una foto, salían adorables.
Luego mientras cenábamos unas hamburguesas hablábamos de nuestras cosas y de los cotilleos.
Lo único que me intereso de todos los cotilleos, es que Laura contó que Álvaro dejó a la chica dulce con la que estaba y conoció en la fiesta del polideportivo por otra chica que no cae bien a la gente y que bien conocía.
Mireia Tarrega, no la conocía mucho, lo único que recordaba de ella era sus enormes tetas.