SanValentín.
Estaba muy nerviosa, era mi primer San Valentín.
Tardé una hora en ducharme, quería oler bien.
Me decidí por un vestido rojo de seda de mi madre cuando era joven, se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, ya que mi madre tenía las mismas formas que yo.
Pablo me había avisado esa misma tarde que me invitaría a cenar a un buen restaurante.
Quería parecer una chica de su edad, así que me puse unos taconazos de mi madre, también me maquillé pero poco y me solté mi larga melena rizada.
Menos mal que mis padres no estaban, si no tendría que dar muchas explicaciones.
Pablo me esperaba aparcado en el parking del polideportivo, no queríamos arriesgarnos a que nos vieran los vecinos.
La semana pasada me vieron sus primos que viven al lado de él llamando a su puerta, tuve que pedirle arroz para disimular, lo pasé realmente mal.
Me sentía muy nerviosa y a la vez incómoda, nunca me había puesto un vestido tan, digámoslo provocativo, parecía mucho más mayor.
Estaba en el parking ya, y no esperaba ver a nadie pero paso.
Me crucé con María, Irene, Sebas y Álvaro.
Al verme así todos se quedaron pasmados, vale, me empezaba a arrepentir de haberme puesto ese vestido.
Saludé a todos con dos besos.
—¡Pero mírate!—exclamó la escandalosa de María.
—¿Y ese vestido tan potente?—dijo Irene con un tono sarcástico.
—Esme, prima, sin palabras, enserio—soltó Sebas.—Y me imagino a tu prima así y ya, mudo de por vida.
¿Me había llamado prima?
Yo solo sonreí.
Álvaro estaba callado y aunque yo no lo mirará notaba su mirada en mí.
—¿Qué dónde vas?—pregunta la cotilla de María.
—Es San Valentín, te lo recuerdo—le contesto.
—Para ti, para todos nosotros es San Solterin.
¿Álvaro estaba soltero?¿Y su novia?
Lo miré y le pillé mirándome de arriba abajo.
¿Por qué iba siempre tan guapo?
—Perdona, yo no celebro ni una cosa ni otra, tengo chica pero vamos poco a poco—replicó Sebas.
—Bueno chicos yo me voy, me esperan.Ah y Sebas que estés conociendo a mi prima no significa que tengas derecho para llamarme prima.Pasarlo bien, y si no yo lo haré por vosotros.
Caminé para adelante, pude escuchar a María e Irene reírse de Sebas y sentir la mirada de Álvaro en mí, cosa que hizo que andará con más movimiento en mis caderas.
Allí estaba mirando hacía otro lado, apoyado en su coche.
Tan guapo como siempre, muchas veces me preguntaba como pudo fijarse en mí un chico así.
Él es tan perfecto.
Su pelo oscuro, sus ojos celestes, sus gruesos labios y las pequitas que invadían de su cara.
Mi chico.
Preferí que estuviera mirando hacia otro lado antes de que me mirara mientras caminaba hacía él.
Iba muy elegante con una camisa blanca y corbata.
Cuando llegué a su coche, le tapé los ojos con mis manos.
Enseguida las apartó y se giró hacía mí.
Me miró con sus preciosos ojos y me besó durante mucho tiempo.Luego me miró de arriba abajo y pude ver como se ruborizaba.
Entonces le aferre del cuello y le besé y el puso dulcemente sus manos en mi trastero.
Nunca dejaba de sorprenderme me abrió él la puerta del coche como un auténtico caballero, donde en él me esperaban un ramo de rosas rojas y en él una carta.
—Prefiero que la leas en tu casa a solas, hay cosas que no me atrevo a decirte en persona, siempre he sido muy cobarde—me dijo con una dulce sonrisa.
—De acuerdo.
Al llegar al restaurante me volvió a abrir la puerta del coche y me extendió su mano.
—Por cierto, no puedes estar más preciosa—me susurró al oído.
La cena fue magnífica, todo demasiado perfecto para ser verdad.
El restaurante estaba lleno de gente con mucha clase y la cena le tubo que costar un dineral.
No sabía sinceramente el porque íbamos a su casa, supongo que lo que todas las parejas hacen en una casa en San Valentín pero yo no sabía si estaba preparada.
Cuando entramos me quedé petrificada, había una fila de velas qué conducían a su habitación y en ella encima de la cama habían pétalos de rosa unidos en forma de corazón.
Todo parecía de película, demasiado perfecto.
No sabía ni que decir, ni que hacer, me pilló tan de sorpresa.
Pablo estaba en la puerta mirándome, esperando a ver mi reacción, pero yo me quedé ahí parada, sin hacer ni decir nada.
—Esme, ¿te gusta?
Mi cabeza daba mil vueltas, no podía ser del vino solo me bebí dos sorbos contados, me arrodillé al suelo y empecé a llorar, no sabía muy bien el porque.
—¿Esme?
Pablo se arrodillo a mi lado y me abrazo, me acariciaba suavemente el brazo.
—Esme, ¿te pasa algo?
No podía aguantar más allí.
Deje de abrazarlo y me fui corriendo de su habitación y de su casa.
Menos mal que mis padres y mi hermana no habían llegado aún.