Martes, ese día había quedado con Pablo.
Me levanté con una sonrisa.
Estaba nerviosa, era la primera vez que quedaba con un chico como algo más que amigos.
Eso creía yo, no esperaba que Pablo solo quisiera amistad conmigo.
Laura me dijo en francés que era normal que me pusiera nerviosa.
Ella siempre que quedaba con chicos que no son amigos se ponía nerviosa y también con su chico.
Laura tiene una larga lista de novios pero ahora estaba centrada con su chico, me alegraba.
Faltaba una hora.
Me duché todo el cuerpo y el pelo.
Me puse unos vaqueros cortos oscuros, mis converse azules y un suéter de rayas marinas muy ajustado.
Me maquillé muy poco y me hice una trenza con dos rizos sueltos.
Estaba sola en casa pero de todas maneras le dije a mi madre que me iba a la biblioteca a estudiar con Ángela así que cogí mi mochila.
Quedamos en su casa.
No tardé mucho en llegar, exactamente vivíamos a cinco zancadas.
Toqué y no tardó en abrir.
Me sonrió, le sonreí.
Nos miramos los dos de arriba a abajo.
Iba muy bien peinado, con un polo blanco de mi marca favorita, unos vaqueros largos claros y mis mismas converse.
Íbamos parecidos.
—Bienvenida al palacio de tu princesa.Vaya, vaya parece que hayamos quedado para vestirnos así—me dijo haciéndose el gracioso mientras entraba.Al ver que no me reí dijo:—Vale, mejor paro ya con esa tontería, de tu princesa.
—Sí mejor.Ya me gustaría a mi tener un polo como el que lleva puesto—le dije con una dulce sonrisa.
Hacía tiempo que no iba a su casa, estaba igual que la recordaba.
Hasta hace tres años mi hermana y la suya que tienen la misma edad eran una especie de mejores amigas, digo una especie porque cuando las dos se aburrían se llamaban mientras tanto no.
Tenían una relación de interés sobretodo por parte de su hermana hasta que mi hermana se cansó y dejo de ir a su casa e invitarle a la mía.
Recuerdo que había estado tres veces contadas.
—Bueno, ¿qué quieres hacer?, ¿ver una película, jugar al billar, jugar a la play, hablar...?—me preguntó.
—¿Y por qué no hacer todo?—le propuse.
—¿Y por qué no hacerlo?—me dijo.
Primero nos dedicamos a jugar al billar, me pegó una paliza.
Tenía la mesa de billar en su amplia guardilla, donde había estado más de una vez de pequeña cuando jugaba con su hermana.
Al principio no sabía coger el palo, solo había jugado una vez hace mucho.
Él me ayudo con delicadeza a cogerlo.
Sentí chispas por parte de los dos cuando nuestras pieles rozaron y puso su mano sobre la mía.
Nos miramos en silencio, estábamos a escasos centímetros, no pude evitar sonrojar y miré hacia abajo.
Luego jugamos a la play, al fifa, le gané, más bien me dejó ganar.