42ºCapítulo

4 0 2
                                    

Llevaba sin ver a Mario dos días.

Desde el día que se fue del campo de las gemelas.

Lo notaba muy cambiado, no sé si era por lo de su hermano o por que era pero me preocupaba y a la vez me gustaba.

No tenía su número y tampoco quise preguntar a Sergi y a Dani para no mostrar interés por él.
***

—¿Sabes subir a la azotea de la biblioteca?—me preguntó Sergi de repente sentados en el bar cenando.

—Sí, ¿por qué?—le pregunté.

—Mario está ahí.

—¿Y por qué me lo dices a mí?

¿Había notado que lo había echado en falta?

—Si te cuenta que le pasa lo entenderás.

No sabía que la biblioteca estaba abierta por las noches.

Mario estaba sentado mirando al frente sentado es la cornisa.

Me senté a su lado y como siempre ni me miró.

—Nunca había venido aquí—dije rompiendo el silencio.

—Suelo venir a veces, cuando quiero estar solo—me explicó aún mirando hacia el frente.

No sé si fue una indirecta.

—Bueno, pues entonces...no sé que hago aquí...—dije mientras me levantaba dispuesta para irme.

—No, no quiero que te vayas, por favor, quédate—me cogió el brazo y me miró a los ojos con sinceridad.

Miré su mano en mi brazo, su piel era cálida y sentí un cosquilleo bajo su tacto.

Me volví a sentar en silencio.

—¿Has hablado con tu amigo?—me preguntó.

—¿Con Joan?No.

—Entonces, no lo sabes.

—¿El qué?

—Amanda...me ha confesado que en su fiesta se acostó con él.

Así que era ella la chica.

—Sabía algo, pero no sabía que era ella la chica.

—No me tendría que extrañar, estamos hablando de Amanda, tontea con todos los chicos pero aún así me da rabia saber que ha sido capaz de hacerlo.Ayer me enfadé mucho con ella pero no sabía que me iba a hacer esto, joder.

—Es normal.Te entiendo perfectamente—le confesé.

Él me miró atento a lo que le decía.

—Me pasó lo mismo, bueno más o menos.Llevaba solo tres meses con él y realmente me gustaba, sé besó con su ex.

Me vinieron todos los recuerdos de golpe y no pude evitar llorar.

De repente Mario puso su brazo al rededor de mi cuello y nos miramos.

Estábamos muy cerca el uno del otro y podía escuchar mi corazón acelerarse.

Secó las lágrimas de mis mejillas con sus dedos.

—No te merecía—me dijo casi en un susurró mi oído.

Un cosquilleo invadió todo mi cuerpo.

Su mirada me intimidaba y me transmitía seguridad y confianza.

¿Dónde estaba el Mario de antes?

Apoyé mi cabeza en su pecho y estuvimos contemplando los altos edificios del pequeño pueblo.

El mundo de color EsmeraldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora