41ºCapítulo

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—Anoche me diste un susto—dijo mi hermana cuando me levanté.—Anda que avisas.

Me dolía muchísimo la cabeza, la resaca.

—Se me olvidó.

—Va, vístete, hemos quedado para ir a la caseta de campo de las gemelas.

Habíamos quedado en la fuente del pueblo, solo estaba Sergi sentado en un banco.

Me senté a su lado, mientras mi hermana bebía agua en la fuente.

—Siento haberos hablado así ayer—me disculpé.

—No tienes porque disculparte, enserio—me dijo.—Es normal que quisieras estar sola, me han contado lo de tu ex Sonia y Cris, pero igualmente sigo sin entender que queriendo estar sola, no tenias ningún problema hablando con Mario—se levantó y empezó a hablar con mi hermana.

Iba a matar a Sonia y Cris, si se lo habían contado a él, a saber a quién más lo hicieron.

No iba a reprimirle nada a Sergi porque tenía razón.

Pronto vinieron los demás, me sorprendió que viniera Mario.

Ya que él no se juntaba con nosotros, siempre con Ana, Miriam, Mónica y los amigos de su hermano.

Me tumbé en una de las hamacas situada frente a la caseta de campo.

Es una caseta muy pequeña, solo caben dentro cuatro personas, por lo tanto todos estábamos fuera en el monte.

De repente alguien empezó a mover la hamaca con mucha velocidad.

Como no, Ruben.

Ese chico siempre me ha puesto de los nervios, típico graciosillo y malote, pero además de pueblo.

—¡Para!—empecé a gritar.

Él se reía y conforme más gritaba que parara, más fuerte me balanceaba.

—¡Qué pareeees!¡Me voy a caer!

—¡Ruben, para ya, no hace gracia!—le gritó Lucía que es su prima.

Seguía.

—Oye, ¿no la has oído?, ha dicho que pares—le dijo Mario tenso.

Entonces paró.

Nunca había visto a Mario hablar con Ruben, ni con ninguno de los que estaban ahí salvo con Sergi y Dani.

Tampoco he visto a nadie que se enfrentara a Ruben y lo venciera.

Frenó la hamaca que seguía meciéndose.

—Oye, ¿estás bien?—me dijo con una media sonrisa.

—Sí, gracias, no lo soporto—dije refiriéndome a Ruben.

***

Me dormí una siesta en la hamaca de dos horas.

—¡Dormilona!—me gritó Sonia al despertarme.

—Calla que nos hemos dormido todos, menuda resaca—dijo Ruben.—Esme, lo siento.

—Déjala—dijo Cristina.

—¿Sabéis si Mario se ha llevado mi cargador de móvil?—preguntó Sergi.

—¿Y Mario?—pregunté.

—Se ha ido, ha estado todo el rato con el móvil y de repente sin decir nada, se ha marchado mosqueado—me respondió Sergi.

Que extraño.

—Ah por cierto, tu móvil ha sonado varias veces.

Lo miré y tenía cuatro llamadas de Ángela y dos de Joan.
***

—¿Estás sola?

—Me he alejado de los demás, ósea que sí.

—¿Te ha llamado?

Notaba tristeza y rabia en su voz.

—¿Quién?

—Joan.

Le costó nombrarlo y lo hizo furiosa.

—Sí.¿Por qué?

—¿Has hablado con él?

—No, he preferido llamarte a ti primero.¿Qué pasa?

—¿Qué qué pasa?He sido una auténtica idiota, ¿cómo pude creer que un chico así pudiera estar siempre conmigo?

Le temblaba la voz, estaba apunto de echarse a llorar.

—¡Me ha puesto los cuernos con una guarra!¡No sé quién es pero le arrancaré de los pelos cuándo la vea!Lo odio, tengo ganas de pegarle, ¿cómo pude ser tan idiota?

Gritaba con rabia y entre lágrimas.

—Me siento culpable, fui yo quien te dijo que él te haría feliz, lo siento mucho.Te entiendo perfectamente y lo sabes.

—No te culpes de nada porque fui yo la tonta que salí con él.Mira, yo sé que es tu mejor amigo, pero quiero que sepas que va a pagar lo que ha hecho, va a pagarlo, por romperme el corazón.

—Házselo pagar bien.¿Por qué todos son iguales?

—Ni idea.

Ambas nos reímos.

—Te necesito.

—Y yo a ti.

—¿Qué tal en el pueblo?

—Como siempre, con la pesada de Sonia y demás.¿Y tú?

—Ahora mismo estoy con mis amigas y un buenorro modelo y futbolista, ya sabes, mi chico perfecto.

—Pues ya sabes.

—¡Al ataque!—gritó entre risas.

Cambié el tono.

—Ángela, no sufras por un chico.

—Lo intentaré.

No quise hablar con Joan, no cogí sus vente llamadas, ni leí sus mensajes, estaba muy enfadada con él.

El mundo de color EsmeraldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora