29. BAJO SECUESTRO

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El dolor de mi costado fue lo primero que me sacó del sueño. Al ir despertando todas las extremidades las tenía magulladas y doloridas. Solté un quejido cuando las costillas casi perforan mis pulmones.

Que capullos, me habían dejado hecha mierda.

Abrí los ojos para saber donde me habían dejado. El lugar era luminoso, por lo que tardé segundos en adaptarme. Por la dureza en la que estaba recostada, no habían tenido la amabilidad de dejarme en una mullida cama o un sofá. El suelo de piedra estaba tan frío y húmedo por mis ropas medio empapadas.

Ya de paso una estufa habría sido de gran ayuda.

Pero si me habían secuestrado no era de esperar tantas acomodaciones. Enfoqué mi nublosa vista a las movidas figuras de mi entorno.

Por lo que recreaba mi imaginación, estaría en un pasillo o algo por el estilo. Giré la cabeza de un lado a otro para verificarlo. Correcto. En las numerosas ventanas de una larga pared colgaban pesadas cortinas carmesí en unos enormes ventanales y toda la construcción era de piedra.

Un estilo gótico de lo más pasado de moda.

Si es que soy tonta, ¿acaso no aprendía? Me enseñaron a ser altruista, pero si hubiera sabido que esto me iba a pasar, hubiera dejado que mi imaginada víctima sufriera mientras me comía la pizza, dejando que mi lado gore me dominase.

Un golpe en la espalda me hizo gruñir y morderme los labios para no gritar de dolor. No fue un pie, sino alguna pesada vara.

-Está consciente -escuché por encima mía.

¡Claro que estoy consciente, mamón! Y cuando te atrape te meteré el palo por el...

Otros golpes retumbaron por el suelo. Era el sonido de palos martillando el suelo, como si anunciaran la llegada de alguien.

Levanté mi cabeza, pero el pie del hombre me la pone encima y, literalmente, besaba el suelo.

Hijo de puta...

-Déjala estar -resonó una imponente voz.

El hombre retiró el pie y, con cuidado para no hacerme más daño, me giré donde se localizaba y elevé mis ojos.

Hombres con túnicas negras formaban dos filas, cinco a cada lado. Se miraban entre ellos, formando un pasillo humano. Y como digno de ello, alguien sentado en su trono. No podía ver quién era, su rostro se ocultaba tras la oscuridad de la capucha.

¿Y ahora qué? ¿Hablaba yo o habla él?

-Te doy la bienvenida, joven cazadora. Es un placer tenerte aquí.

-El mío no tanto -un golpe por parte del soldado me hizo quejarme. Una cuarta más y eres hombre muerto.

El encapuchado rió. Por fin alguien que le gustaba mis sarcástico carácter de rehén.

-Perdona por no haberte dado buenas comodidades.

-Las hubiera agradecido -levanté más el rostro y me puse seria- ¿Qué queréis de mí?

-¿En qué basas tu pregunta?

-En que si no estoy muerta es que queréis información, o que sea un intercambio.

Sonrió complacido.

-Sois tozuda pero lista. La información me conviene más.

-Pues persona equivocada. No soy una chivata -otro golpe del soldado me hizo fijarme en él- ¡La próxima vez que me golpees te quito el palo y te doy sin ton ni son!

Cazadora vs AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora