Capítulo 1.

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Las esposas le lastimaban las muñecas, hace ya horas que las llevaba puestas. Los oficiales de seguridad hacia tiempo que no se molestaban en sujetarle de los antebrazos, eso era una suerte, de alguna extraña manera la hacía sentirse, aunque sea solo un poco, más libre.

Esta era la sexta vez que se dirigía al jurado en los dos meses que habían trascurrido desde la muerte de su hija pequeña, Lucia. Llegaron ante las puertas de madera que se alzaban al final del pasillo, cada guardia abrió una y la tomaron de los brazos como se supone que debieron haber hecho en todo momento; era de suponer que no querían cometer ninguna falla ante el tribunal más alto de todo el Estado.

Pasaron adelante y avanzaron hasta llegar a donde Joselyn había ocupado su silla otra tantas veces. Todos los ojos estaban sobre ella, los del público, los del jurado, inclusive los de seguridad, muchas docenas de pares de ojos acusándola exactamente igual como había sucedido antes, solo que esa vez eran más amenazadores, ese sería el día en cual e daría orden de su sentencia.

— Gracias por su servicio señores, — dijo el juez Owen Becker, siempre con su tono cortés pero inexpresivo — con eso será suficiente por ahora.

Los oficiales hicieron un formal gesto de despedida a la sala y se retiraron a una esquina alejada, posiblemente a esperar la orden de llevársela de nuevo.

— Jocelyn Marie Sanders, un gusto verla de nuevo — la saludó únicamente con el interés de mostrar alguna educación.

— Buenas tardes señor Becker — fue lo único que contestó, no se dejaría llevar por más modales que ese.

— Supongo que ya sabe que hoy se dará el veredicto, cerremos este caso de una vez, ahora que ya estamos todos presentes haga el favor de pasar al estrado nuestro experto en psicología y psiquiatría, Harrison O' Doherty.

— Prepárate para lo que viene, hice todo lo que pude, me temo que no fue suficiente — dijo Jonathan Burke en voz tan baja como para que solo ella pudiera escucharla.

Jonathan pasó de ser un simple conocido con un título en abogacía a un buen amigo cuando accedió a su pedido de que la defendiera en su caso y luego se quedó apoyándola mientras sobrellevaba las primeras semanas luego del asesinato de Lucy y siguió en su defensa aun cuando el caso estaba perdido y sabían de antemano que la acusarían de ser culpable.

El especialista se sentó en el lugar correspondiente, hizo el juramento e inició su preparado diagnóstico. El doctor O'Doherty era un hombre reconocido en su trabajo, en su rostro surcaban bastantes arrugas como para decir que tenía sesenta años pero este apenas pasaba los cuarenta y cinco años.

— Muy bien, ya he entregado cada uno de los resultados al juez y a cada uno de los jurados. — Su tono era monótono y cansado, evidentemente ya estaba cansado del caso por mas que este representara una abundante paga por atenderla — Se le realizaron pruebas tanto neurológicas como psicológicas para comprobar el estado físico y mental de la paciente y en ninguna fue evidente algún trastorno o problema. La señora Sanders está perfectamente saludable a excepción de problemas de control de ira relacionados a depresión.

— Gracias doctor, puede bajar del estrado y tomar asiento. Si nadie tiene nada más que decir — añadió mirando de reojo a Jonathan — podemos escuchar la decisión del jurado.

Todos los presentes dirigieron la vista a las doce personas ordenadas a la derecha del tribunal, sentadas en las butaca, detrás de ello ondeaba la bandera de Carolina del Norte con sus colores rojo, blanco y azul y las letras N y C este último color divididas por una pequeña estrella blanca, paralela a la bandera del Estado, al extremo izquierdo de la sala, se encontraba la bandera de lo Estados Unidos de América con sus cincuenta estrellas.

El primero de ellos se levantó, se aclaró la garganta y habló por todos ellos.

— Confirmo que el jurado ha llegado a un consenso, la acusada se encuentra como culpable de asesinato brutal e intencional a una menor de edad. Gracias.

Al acabar de hablar se sentó, al momento de hacerlo reveló una brillante calva al público. Con esto, el juez volvió a tomar la palabra.

— Jocelyn Marie Sanders, se le sentencia a veintitrés años y once meses de prisión penitenciaria bajo custodia estatal, sin derecho a libertad bajo palabra, en el instituto correccional de mujeres de Raleigh, con una fianza de tres millones setecientos mil quinientos dólares, por la ley de la Corte Suprema del Estado de Carolina del Norte —dijo seguido del golpe sordo de un martillo.

Akop. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora