Capítulo 13.

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Le dolía cada músculo del cuerpo. Eran pasadas las diez de la noche para cuando Wilberg la dejó irse y estaba hambrienta por haberse perdido la cena de ese día.

Luego de hablar con Jonathan por teléfono tuvo que dedicarse el resto del día a limpiar baños. En sus nueve horas de trabajo continuo dejó relucientes los baños d tres pabellones, el oficial, al ver que finalizaba el trabajo en uno de ellos, la enviaba inmediatamente al siguiente, sin permitirle ningún descanso. Solo al acabar con el tercero la envió a recoger los utensilios de limpieza, almacenarlos e ir de nuevo a su celda.

Envió a otro más para escoltarla de regreso, Jocelyn supuso que el muchacho le encomendaría la tarea a otra persona para ir directamente a la cama esa noche. Aun así prefería la compañía del viejo Graham que la de él.

Frederick Graham llevaba muchos años vigilando a las convictas en el Instituto Correccional de Mujeres de Raleigh y nunca las había tratado como simples delincuentes, era un hombre pasivo que en lugar de combatir el desorden prefería mantener la paz y la calma en los pasillos durante sus rondas.

Ni siquiera esperó a que este se fuera para arrojarse sobre su catre y quedarse dormida con la ropa aun puesta sin responderle el cortés — Buenas noches. — que este le dedicó antes de cerrar los barrotes.

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Sus sueños se encargaron de despertarla, todo estaba oscuro a excepción de los letreros de "Salida de Emergencia" que se distribuían señalando las puertas de los pabellones y alas.

No era una noche fría, debía de estar alrededor de veinte grados centígrados, pero aun así temblaba mientras se incorporaba para sentarse, colocando los pies en el suelo.

—Tienes que calmarte. — se dijo en susurros intentando controlar su respiración. Inhalando. Exhalando. Inhalando. Exhalando. Hasta que su pulso volvió a la normalidad.

"No he tenido pesadillas desde que me quedaba en casa de Alana". Sabía que tenía que controlarse si no quería volverse loca pero las imágenes en su mente parecían tan vivas y reales como la pared en la que apoya su espalda.

Volvió a tumbarse sobre la almohada y atrajo las piernas hasta su pecho, se propuso volver a dormir pero no logró mantener los ojos cerrados por demasiado tiempo. Sabía que donde se encontraba estaba segura pero tenía miedo de volver a dejarse llevar por el mundo de los sueños y volver a encontrar allí a su hija muerta.

Akop. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora