Capítulo 28.

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Fue difícil conseguir que aquel desconocido se atreviera a ingresar de nuevo al auto estando Akop allí dentro pero después de muchos intentos de explicarle que lo tenían controlado justo en ese momento y que nada malo iba a sucederle mientras se dirigieran al hospital, lo lograron.

El trayecto era de unos diez minutos pero los tres lo sintieron de mucho más debido a la tensión que se sentía dentro. Las cucarachas parecían haberse descontrolado un poco desde aquel pequeño incidente y comenzaban a caminar de un lado a otro y a posarse en los vidrios, de igual manera ninguno de ellos les daba demasiada importancia.

Una vez en el hospital llevaron a su pasajero a emergencias, fue revisado por un doctor y un par de enfermeros que lo medicaron, cocieron un par de puntos y luego vendaron. Al final dijeron que no era nada de qué preocuparse y que se recuperaría siempre y cuando tomara su medicación correctamente, mantuviera limpia la herida y guardara reposo.

—-¿Tiene algún lugar a donde pueda ir? —- les preguntó el doctor en cuanto vio que fueron ellos quienes pagaron por la consulta.

—-Puede quedarse en mi apartamento un par de días si lo necesita. —- dijo Jonathan ofreciéndose voluntariamente al notar como se daban cuenta de que, por la apariencia de aquel sujeto, posiblemente no tendría donde vivir, mucho menos donde pasar la noche.

—-Muy bien, asegúrese de que siga el tratamiento que le envié, y buena suerte. —- dijo antes de alejarse de ellos para proseguir con su trabajo.

Se dirigieron los tres a la cafetería del hospital a conseguir algo para comer, que los tres por supuesto necesitaban, y aprovecharon que esta estaba vacía por completo a tan altas horas de la noche para hablar entre sí y realizar unas cuantas preguntas a su nuevo huésped que descubrieron se llamaba Isaac Creed.

—-De nuevo quiero pedirle perdón por el incidente. —- dijo Jonathan por al menos una vigésima vez en una hora.

—-Esta bien, gracias a usted por pagar todos los gastos médicos. —- respondió Isaac Creed por vigésima vez.

—-Señor Creed, cree que podríamos hablar seriamente un momento de todo esto.

—-Por supuesto. Dígame Isaac señorita, no soy tan viejo como aparento —- intentó reír de su propia broma pero su sonrisa se convirtió rápidamente en una mueca de dolor —-. No me será sencillo, hay demasiadas cosas que preferiría tan solo no recordar.

—-¿Qué tanto sabe de Akop? —- preguntó Alleah sin más rodeos.

—-No demasiado a decir verdad, creo que solo su nombre y que no trae nada bueno a nadie. Por su culpa estoy en donde estoy.

—-¿A qué se refiere?

—-Mi vida era muy distinta antes de encontrarlo, muy muy distinta. Me llevó a la ruina, toda una vida de trabajo y dedicación arruinada.

Así fue como Creed les contó su historia.

Perdió a su esposa a los 46 años, el año en que su segundo hijo, el menor de ambos, dejó su casa para irse a la universidad con una alta beca de estudio. Dedicó todo el tiempo a solas que le quedó a su trabajo, llegó a trabajar incluso dieciséis horas continuas en tan solo un día y dedicarse a su labor siete días a la semana con solo descansos para realizar sus necesidades básicas: comer, dormir, etc. No soportaba estar solo, su madre ya había muerto y su madre sufría de un avanzado Alzheimer lo que hacía que el ir a visitarla fuera aún más doloroso que permanecer en el silencio de su hogar.

Un año completo realizando esta rutina lo hizo triunfar económicamente como ingeniero civil y trabajar en avanzados proyectos inmobiliarios en los que jamás pensó que conseguiría involucrarse. El dinero que ganaba lo enviaba casi en su totalidad a sus hijos que eran lo último que le quedaba, por desgracia todo ese dinero no consiguió salvar a ninguno de ellos. El mayor murió en un accidente, estaba en su último año de universidad cuando decidió salir con algunos de sus amigos a tomar unos tragos, el conductor perdió el control del volante y acabó con la vida de las cuatro personas que iban en el auto, incluyendo en ellas a su hijo Jeremy.

Michael, el menor y con tan solo un año de carrera cayó enfermo un mes después de la muerte de su hermano, los doctores le diagnosticaron un tumor en el colón que no pudo reconocerse a tiempo. Gastó una gran fortuna en intentar salvar a su hijo, sometiéndolo a toda clase de tratamientos y a varias quimioterapias, lo que al final acabó aún más rápido con su vida. Después de ello, una serie de desafortunados eventos fueron ocurriendo de uno en uno hasta que lo perdió todo, iniciando con su familia, siguiendo con su trabajo, su auto, su casa, etc. Hasta que en un abrir y cerrar de ojos ya no tuvo nada, no volvió a tener un lugar cálido donde dormir ni comida fresca para saborear. Ya no tuvo nada excepto una única cosa, algo que obtuvo justo antes del accidente de Jeremy, un muñeco con un peculiar bordado en negro. Akop.

Tenía razón al decir que llegó a él en un comienzo como una simple coincidencia, porque eso fue, una coincidencia que nunca debió de suceder. Una señora mayor había muerto en el prestigioso residencial en el que vivía en ese entonces, todos habían sido invitados al velorio ese día y se quedó hasta tarde después del entierro para recoger el juego de mantelería de su esposa que había prestado para ese día a los hijos de la difunta. Así fue como se dio cuenta del muñeco de tela que reposaba en la mesa en la que antes estuvo puesta el ataúd, preguntó qué estaba haciendo allí y le dijeron que, como última petición, la señora Evans había solicitado que se le enterrara con él dentro del ataúd que se colocaría a un lado del de su marido, pero por un error de los trabajadores de la funeraria, este había sido removido antes de sepultarlo.

Ninguno de los hijos de la señora Evans quería llevárselo con ellos así que Isaac tomó la decisión de quedárselo y cuidarlo para por lo menos cuidar aquello que la difunta apreciaba tanto como para querer que fueran enterrados juntos. Una elección que cualquiera consideraría bondadosa fue la peor decisión que pudo haber tomado.

En cuanto estuvo de pie fuera de lo que alguna vez consideró su hogar, sin familia ni ningún lugar al que ir, con un pequeño maletín con un poco de ropa, comida y sus últimos veinte dólares en una mano y un muñeco viejo en la otra, de alguna manera, aunque no sabía cómo, supo quién era el culpable de todas sus desgracias.

Akop. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora