Capítulo 22.

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Alleah tenía el rostro tenso y pálido, lo estaba esperando afuera de la casa. Ni siquiera le permitió bajarse del vehículo, sino que inmediatamente corrió a la puerta del copiloto y se sentó a su lado.

—Continúe yendo en línea recta, yo le indicaré las direcciones. — le dijo mientras acomodaba un bolso de gran tamaño a sus pies.

— ¿Qué fue lo que pasó? — Jonathan estaba alarmado, no era normal ver a Alleah tan fuera de sí. La mujer parecía estar a punto de sufrir un ataque de histeria en cualquier momento y apenas sí podía mantener su respiración.

—Tú solo conduce. — fue todo lo que obtuvo por respuesta.

El camino era largo, estuvo conduciendo por una hora y veinte minutos continuos en los que tan solo se detuvo para llenar el tanque de gasolina que no iba cargado para tan largo trayecto. En todo ese tiempo Alleah no pronunció palabra excepto para decirle las direcciones que debía seguir. Para su tranquilidad propia, parecía que poco a poco volvía de nuevo a su estado de serenidad.

Se dirigían a una zona suburbana rural, habían dejado atrás todo un sector de casas lujosas para dar lugar a pequeñas granjas con casas de madera.

—Solo un poco más al norte y llegaremos. — dijo la mujer con la cabeza apoyada hacia atrás en el cuero del asiento.

En efecto, medio kilómetro al norte le pidió se detuviera, justo en frente de una pequeña casa pintada de color verde con las ventanas rotas, aunque hubiera sido más preciso decir que carecía de vidrios a excepción de unos pocos trozos que todavía estaban sostenidos en los marcos.

Alleah saltó de la camioneta momentos antes de que esta se detuviera y corrió en dirección a la casa.

— ¡Oye! ¡Espera! — apagó el motor y corrió tras ella lo cual no fue difícil ya que se quedó de pie en el rellano de la entrada. Observando.

Los vidrios de las ventanas estaban rotos, era como si estos hubieran estallado en mil trozos que acabaron esparcidos por el suelo.

—Esto no está bien. — Alleah extendió su mano al pomo de la puerta y la abrió lentamente hasta que dejó ver el interior apenas iluminado con la tenue luz de la tarde.

— ¿Qué es lo que ocurre? — por alguna razón que no entendía estaba susurrando, el aire allí era pesado, casi como si fuera denso y palpable lo cual no parecía tan imposible considerando el silencio que había allí dentro.

Comenzaron poco a poco a avanzar mientras cada paso que daban retumbaba contra las paredes de la casa.

— ¿Joel? —llamó Alleah que, aunque apenas sí alzó la voz, sonó como si hubiera gritado el nombre — ¿Stephanie? No sé si aún estén en casa.

— ¿Por qué no estarían?

No recibió ninguna respuesta, así que solo continuó caminando detrás de ella que avanzaba hacia las escaleras.

Había dos habitaciones en el piso superior pero la casa seguía igual de silenciosa allí arriba. Alleah entró en la habitación principal y se aferró al marco de la puerta con solo medio cuerpo en el interior del dormitorio. Jonathan se acercó a ella para preguntarle qué ocurría mas no necesitó hacerlo. La habitación entera apestaba a sangre, sangre que provenía del cuarto de baño.

Caminaron como por inercia en dirección al baño, sin pronunciar palabra. Alleah, que iba al frente, se detuvo a tres pasos para llegar pero desde donde estaban podía verse el pie descalzo de una mujer en el suelo. Se acercó aún más a la pared apretando su cuerpo para no caerse por su propio peso.

—Quédate aquí. — le ordenó Jonathan quien tampoco quería presenciar la escena que había dentro.

El blanco piso del baño ahora tenía gotas de sangre por todas partes y un gran charco rojo sobre el cual reposaba el cuerpo de una mujer, cuyo rojo cabello lucía aún más oscuro de lo normal al estar empapado de sangre. La intención de Jonathan había sido comprobar si aquella mujer se encontraba aún con vida pero eran más que evidentes sus grandes ojos verdes abiertos. Era Stephanie, la chica que le había ofrecido apoyo a Alleah durante el funeral.

Intentando no tocar la sangre, comenzó a cerrar la puerta del baño lentamente para ahorrarle a Alleah tener que ver todo ello. No había notado cuando ella se había dejado resbalar por la pared y ahora descansaba en el suelo con las rodillas flexionadas como si deseara abrazárselas con los brazos.

—Está muerta — dijo con una voz ausente afirmando lo que Jonathan no quería decirle.

—Levántate, vamos. — la tomó por los hombros mientras le hablaba para ayudarla a incorporarse pero esta acabó de nuevo en el suelo en cuanto comenzó a oírse lejanamente el llanto de un bebé que llegaba desde abajo.

— ¡Arriane! — gritó levantándose con la misma velocidad que con la que cayó y corriendo hacia la puerta con Jonathan pisándole los talones.

Se dirigían al sótano. Trastabillaron varias veces bajando las empinadas escaleras, ahora el llanto podía escucharse fuerte y claramente, sin embargo otro sonido fue el que los impresionó todavía más, tanto como para detenerlos de golpe al pie de las escaleras. El sonido de un disparo... lo peor del caso era que iba seguido de silencio.

Ambos permanecieron inmóviles mientras oían los pasos que se acercaban a ellos. Un hombre apareció justo frente a ellos, en una de sus robustas manos sujetaba a la bebé Arriane ahora muerta contra su blanca camiseta manchada de rojo. Dejó caer el cuerpo cuando levantó el revolver con su mano derecha y los apuntaba a ellos que continuaban sin poder moverse de su sitio.

— ¿Joel? ¿Joel qué has hecho? —dijo Alleah con la voz cortada por el llanto.

—Él me obligó a hacerlo — le respondió Joel en voz baja con la cara repleta de lágrimas —, aún está hablándome, él sigue controlándome.

Levantó lentamente su tembloroso brazo hasta que el arma le apuntó a la cabeza.

—Quiere que sepan que toda puerta siempre tiene dos direcciones, y que hasta por las puertas del infierno también puede llegarse hasta aquí. — pronunció la última palabra y luego disparó.

Los golpes sordos de un peso muerto al chocar contra el suelo y el estrépito del metal seguidos del fuerte grito de Alleah fueron los últimos sonidos que se escucharon por un tiempo.

Akop. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora