Capítulo 43

12 1 0
                                    

No pensó que volvería a recibir otra llamada del Instituto Correccional de Mujeres de Raleigh pero en cuanto sucedió supuso que se trataba de Sanders de nuevo aunque no que le dirían que se había equivocado en su diagnóstico.

Iban a transportarla ese día a su hospital psiquiátrico para que Harrison O' Doherty la tuviera bajo observación permanente. Harrison estaba esperando su llegada en una banca del patio cuando visualizó el vehículo que se acercaba.

Era un gran camión con el nombre muy visible de la correccional. Esperaba ver salir de allí a la misma persona con la que había trabajado meses antes, una mujer bien parecida, tranquila y perfectamente cuerda; pero la persona que salió de allí no tenía ningún parecido con ese individuo.

Le habían colocado una camisa de fuerza y pataleaba mientras la arrastraban entre dos hombres robustos que parecían tener dificultades para mover a una mujer tan delgada. Su cabello estaba revuelto como si acabara de levantarse de la cama, sus ojos estaban hinchados y rojos y todo su rostro se arrugaba para denotar dolor, un dolor que se hacía evidente con los desgarradores y desesperados gritos que daba entre llanto y llanto.

Les dio las indicaciones a los hombres de acompañar a una enfermera que los guiaría por la clínica hasta la nueva habitación de Joseline Sanders y luego se dirigió a un tercero de ellos.

—-Soy Harrison O'Doherty, yo dirijo la clínica.

—-Stephan Wilberg, me encargo de la seguridad en el pabellón de la prisión donde se encontraba ella.

—-¿Qué fue lo que ocurrió? —- le preguntó sin lograr comprender aquel cambio.

—-Aún no lo sabemos, empezó así casi a las cuatro de la madrugada y no ha parado en estas horas. Yo estaba en una habitación a no muchos metros de su celda cuidando las cámaras de seguridad en el turno de la noche, —- explicó el joven guardia —- corrí a verla cuando la escuché gritar así y no dejaba de retorcerse así que tuvimos que ponerle la camisa de fuerza entre varios para poder sostenerla.

—-Es algo extraño, estuve realizando muchos estudios con ella y nunca antes se había comportado así, ¿Sabe a qué podría deberse?

—-Ni idea, fue algo que ocurrió de la nada. Era muy callada y de repente no deja de gritar como histérica.

—-Concuerdo contigo en eso.

En ese momento aparecieron por la puerta los otros dos oficiales para informarles que ya todo estaba listo y que podían irse en cualquier momento.

—-No les quito más tiempo señores —- dijo O' Doherty cortésmente —-, les agradezco por las molestias.

Se despidieron y vieron al doctor desaparecer dentro del hospital psiquiátrico. Ellos también avanzaron al camión pensando en detenerse en algún bar en el camino antes de llegar a la prisión.

—-Yo conduzco muchachos. —- se ofreció Wilberg y entró en por la puerta hasta quedar en el asiento del conductor.

Colocó las llaves y encendió el motor al tiempo que recordaba algo extraño: Esa noche, un par de minutos antes de que la convicta comenzara a gritar una de las cámaras de seguridad había fallado, era exactamente la cámara que señalaba a las rejas de su celda y ese pequeño fallo, por alguna razón, lo había hecho ponerse tenso y nervioso, como cuando estás solo en una habitación y sientes unos ojos viéndote.

Alejó esos pensamientos de su mente y decidió enfocarse en aprovechar el poco tiempo que tendrían ese día fuera de su trabajo y en como deseaba sentarse en un banco con una cerveza fría en su mano. Arrancó el motor y condujo en dirección al este, alejándose de aquel lugar.

Akop. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora