Capítulo 41.

7 1 0
                                    

Cuando volvió a recuperar la consciencia se encontró a si mismo boca abajo en el suelo, tenía las extremidades tiesas y la cabeza le pesaba. Tardó un momento en recordar lo que ocurría y porqué estaba allí. Vio los clavos en el suelo justo frente a su rostro, eso hizo que los recuerdos volvieran de nuevo a su mente, pero estos no tenían sentido, como si hubiera estado en trance mientras ocurrían o bajo efectos de una fuerte droga.

Un agudo grito de mujer hizo que se incorporara rápidamente haciéndolo gruñir del dolor en su espalda. Comenzó a mover la cabeza de un lado a otro buscando de dónde provenía el alarido y unos segundos después dejó de ver borroso y su vista volvió a la normalidad.

A dos metros de distancia de él se encontraba Alleah boca arriba en el suelo con Fabricio de rodillas junto a ella intentando ayudarla. El rostro de la mujer estaba tenso y pálido, tenía los ojos inyectados en sangre y la boca arrugada en una mueca de dolor.

—-¡Alleah! —- gritó antes de salir corriendo en su dirección y arrojarse a su lado —- ¿Cómo pasó esto?

—-Akop ya no se encuentra más en el muñeco. —- le respondió Fabricio.

Alleah gemía y retorcía las piernas intentando luchar contra el dolor que la recorría por completo. Abrió la boca como intentando gritar de nuevo o pedir por ayuda pero todo sonido se apagó antes de cruzar por sus labios. Jonathan pensó en lo intenso que había sido el ardor que sintió tan solo unos momentos antes y en como sintió que se le desgarraba la garganta mientras vomitaba los clavos que estaban en su estómago.

—-¿Qué hacemos ahora? ¡Hay que ayudarla!

—-Hay que terminar con el exorcismo, el demonio la está poseyendo, se está alimentando de ella. Te utilizó como un puente para salir del pentáculo y llegar hasta ella.

Fabricio se levantó y corrió hasta donde había arrojado el libro y volvió, esta vez le pasó el rosario por el cuello y le colocó las manos a ambos lados de la cabeza mientras leía el libro que había apoyado abierto a su lado.

—-Dios y Padre nuestro, que nos ves quebrantados por nuestra fragilidad, te rogamos suplicantes por esta hermana nuestra, para que apartes de ella el espíritu del mal y la restituyas a la plena libertad de tus hijos para que así te alabe siempre con la multitud de tus santos. Te lo pedimos señor ¡Amén!

Mientras oraba Alleah comenzó a gritar nuevamente y enterraba las uñas en la madera del piso rompiéndoselas y dejando pequeñas manchas de sangre en el suelo. Jonathan tenía que sujetarla para intentar mantenerla quieta pero era imposible, se retorcía hasta el punto de arquear la espalda haciendo sonar toda su columna y lastimarse el cuello cuando empujaba la cabeza hacia atrás.

Jonathan sabía que era culpa de ella y no soportaba verla sollozar inconsolablemente sin poder hacer nada más que desear lo mejor y suplicar por un milagro.

—-Señor, tú eres nuestra defensa y nuestro refugio; te pedimos que libres a tu hija de la trampa de los demonios y de la palabra cruel de su perseguidor. Protégela bajo la sombra de tus alas, rodéala con el escudo de tu fortaleza y muéstrale la clemencia de tu salvación.

El grito que siguió a su oración fue agudo y retumbó por toda la habitación hasta clavárseles a los dos hombres en sus oídos.

—-Esto no está sirviendo de nada. —- le dijo Jonathan con impaciencia. Se sentía horrorizado ante semejante escena.

—-Yo sabía que algo no iba a salir bien, es demasiado poderoso. —- Fabricio comenzó a llorar de la frustración, para algo como eso se había preparado durante años, su deber había sido combatir al mal y ahora que se encontraba cara a cara con él no tenía ninguna oportunidad de vencerlo.

—-Hay que seguir intentando, aun podemos ayudarla.

Pasó las páginas del libro y consiguió la que necesitaba para comenzar a recitar.

—-Hágase tu voluntad, Señor, sobre nosotros del modo que todos esperan de ti. Envía tu espíritu y las cosas serán creadas, y renovarás la faz de la tierra. —- Alleah se quedó quieta golpeando su espalda contra el suelo, fijó su mirada en el techo de la habitación y luchaba por seguir respirando, inhalaba y exhalaba aire de forma tan superficial que era casi imperceptible y estaba fría y cubierta de sudor —- Salva a tu sierva que espera en ti, sé para ella una torre de fortaleza frente al enemigo, que el enemigo no se aproveche de ella y que el hijo de la impiedad no añada más dolor. ¡Amén!

Aquella última frase pareció surtir efecto ya que no le fue añadido a Alleah más dolor, su cuerpo dejó de convulsionar y los espasmos cesaron. La mujer ya no gritaba y sus gemidos desaparecieron.

Alleah Donahue ya no podía sentir más dolor, estaba muerta.

El peso del ambiente ya no se sentía ni tampoco el frío, la mancha negra de la madera carbonizada ya no podía verse de ella solo quedaba el montón de tela que cubría un muñeco que ahora esa solo eso, un viejo muñeco. No había moho en el techo o las paredes y las estanterías no estaban podridas.

El olor a muerte también se había ido.

Desapareció junto con Akop.

Se llevó con él todo el daño que había causado a aquel lugar después de tomar la vida de Alleah igual que la de su madre y muchas otras personas más.

Akop. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora