Capítulo 19.

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Para cuando llegó de nuevo a la casa de Alleah Donahue eran pasadas la media noche. Corrió a la puerta luego de estacionarse en la entrada y abrió la puerta sin tocar, esta estaba sin cerrojo y golpeó contra la pared a causa del fuerte empujón que recibió.

Encontró a la mujer descalza, vestida con un fino camisón gris de algodón y con el grueso cabello rizado recogido en una ajustada trenza que le reposaba sobre un hombro. A pesar de estar preparada para dormir, lucía muy despierta y atenta, por supuesto no como si estuviera aguantando sueño.

En cuanto lo vio irrumpir tan agitadamente en su casa puso una expresión de sorpresa que se desvaneció unos momentos después.

—No pensé que volvería tan pronto, le daba al menos un par de días hasta que la curiosidad comenzara a carcomerlo. — tenía razón, habrían pasado como mucho diez horas desde que había abandonado esa casa.

Jonathan ya había recuperado la normalidad en los latidos de su corazón pero la voz siguió sin poder atravesar su garganta.

—Pase adelante y siéntese.

Hizo lo que ella le decía, volvió a tomar su lugar en el mismo banco del desayunador y le tendió los papeles que llevaba en la mano con la impresión del reportaje. Los tomó y se sentó frente a él a leerlos, al terminar con ellos los dejó sobre la mesa y se levantó.

La vio mientas rondaba con movimientos gráciles alrededor de la cocina preparando aguas con infusiones de hierbas y aromatizantes. Unos minutos después estaba colocándole una taza humeante frente a él y permaneció mirándolo esperando a que lo bebiera.

Debió de ver la duda y la desconfianza en su rostro porque lo siguiente que le dijo fue:

—Solo bébalo, es un té. Manzanilla y lavanda principalmente, ayuda a calmar la mente y relajar el cuerpo.

Un poco más tranquilo ahora tomó la cuchara de la taza y comenzó a revolverla para que perdiera un poco de humo y de calor. Eso debió de haber sido suficiente para Alleah ya que dejó de dedicarle una mirada inquisidora.

— ¿Por qué está aquí esta vez? — le preguntó con voz suave y tranquila, como no la había escuchado hasta ese momento.

—Necesito saber si eso —dijo señalándole las fotografías — es tan solo una coincidencia.

—Las coincidencias no existen, y de existir tampoco aplicarían a esto.

—Así que... ¿Lo que le pasó a ese hombre, Hans, a Jocelyn y a tu madre estuvo premeditado?

—Podría decirse, ¿Ya está dispuesto a aprender de esto?

Asintió con la cabeza y justo después Alleah se retiró a buscar un libro encuadernado en terciopelo verde, en cuanto comenzó a hojearlo Jonathan pudo ver que este había sido escrito a mano con una fina caligrafía cursiva. En algunas páginas había bocetos y dibujos hechos con carbón.

No lucía como una antigüedad de siglos pero las páginas estaban ligeramente amarillentas, lo que demostraba que tenía al menos algunas décadas de uso.

—Este libro lo escribió mi bisabuelo cuando era el aprendiz de un brujo en Haití, lo hizo para llevar una especie de bitácora de todas sus enseñanzas y los aspectos más importantes de cada cosa, eso que todo brujo debe de recordar a lo largo de su vida y sus experiencias. — acariciaba la suave tapa del libro mientas hablaba — Es de gran ayuda para comprender el vudú desde sus principios y será mucho más fácil que de otro modo.

No sabía a cuál otro modo se refería ella exactamente pero prefirió ni preguntarlo, era mejor permanecer en la sección teórica del tema.

— ¿Qué pensó cuando escuchó el término "vudú"? Sea sincero esta vez.

—Pensé... en zombis, ehh, en rituales, muñecos vudú y danzas esotéricas con personas en trances hipnóticos, todas las cosas de ese estilo.

Alleah soltó un gran suspiro pero luego volvió de nuevo a hablar pasivamente.

—Es lo típico que la gente piensa. Te lo dije una vez y te lo diré de nuevo, en donde existe el bien también existe el mal y viceversa. La religión evolucionó de forma distinta en cada lugar pero conservó lo esencial de su origen, la libertas de escoger. ¿Entiendes eso?

Se sentía como un idiota solo asintiendo con la cabeza pero pensaba que lo mejor era, aunque solo fuera por una vez, callar y escuchar.

—Muy bien —Alleah parecía una maestra de escuela dándole clases a un niño —, cada brujo decide cómo utilizar su conocimiento, y escuche que estoy diciendo conocimiento y no poderes, si para llevar paz a los vivos y muertos y sanar algo más allá del cuerpo físico, o para causar graves daños como con los muñecos vudú que usted mismo mencionó.

— ¿Tu qué tipo de bruja eres? — admitía que no había pensado mucho en esa pregunta antes de realizarla.

—Yo ya no lo practico de forma continua, pero eso no quiere decir que no conozca un poco sobre cada cosa y aun así por encima de todos mis luases está Dios. — esperó un momento y luego añadió: Si lo que le preocupa era eso déjeme decirle que no tiene por qué preocuparse.

—Discúlpeme, fui maleducado ¿Puedo hacerle un pregunta, una que no tenga relación a eso?

— ¿Qué quiere saber?

—Esos cánticos que hicieron en el cementerio, ¿Qué idioma es?

—Algunos son patoe, otros en crerole. Eran frases, y son dialectos fusionados con el africano, no son idiomas.

— ¿Y por qué movían el ataúd? Vi que caminaban en diferentes direcciones pero no creo que fuera que no sabían la ubicación de la tumba.

—Se hace para despistar a los muertos y evitar que su alma vuelva a este mundo y atormente a los que aún siguen vivos. Es solo una tradición.

—Ya veo, está bien.

—Por ahora esos detalles no son de mucha importancia. Esto es lo principal justo ahora.

Abrió la tapa que reveló una pequeña oración en la primera página: "Que la misericordia sea para siempre. Rogad al altísimo por el bien de los que te desean el mal." A pesar de lo que acababa de explicarle pensó que era una frase extraña para iniciar un libro sobre rituales del vudú.

—Uno de nuestros principales sanses es el Barón de Samedí, Rey de los Muertos. — en la página se veía un desteñido boceto a carboncillo del Elías bíblico — Su esposa, la Baronesa Brigitte, y él son los que se encargan de velar y proteger el cuerpo y el alma de los muertos y los ayudan a purgar sus penas. Si el difunto es un hombre, se va de este mundo guiado por el Barón, y si es mujer, se va con la Baronesa. Para llamarlos se les realizan las mismas ofrendas que vio ayer por la mañana.

— ¿Ayer por la mañana?

—Pues sí, no sé si se habrá dado o no cuenta, pero irrumpió en mi casa luego de la media noche.

Akop. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora