Llevaba enamorada del mismo chico ya casi tres años. Tres años en los que cada vez que me miraba yo me hundía en el océano de su mirada. Tres años en los que vertí demasiadas lágrimas. Tres años en los que mi mundo fue él. Pero daba igual lo que yo hiciera o dejara de hacer. Él seguía sin saber que existía. Nunca habíamos hablado. Solo fueron miradas fugaces. Algo rápido y pasajero.
En el último trimestre del año, empecé a ''tontear'' por así decirlo, con un chico de mi clase. Era todo lo opuesto al chico del que estaba enamorada. Era alto, moreno, de ojos marrón clarito. Sus gustos eran completamente incompatibles. Y a pesar de todo me empezó a gustar ese tonteo. Él me hacía caso. Me consolaba cuando estaba triste. Me apoyaba en los malos momentos. Convertía mis lágrimas en risas. Era atento y cariñoso.
Pero todavía sentía algo por ese chico de mirada cautivadora. El que llevaba tres años haciéndome perder la cabeza. ¿Qué me estaba pasando?
Y mientras ella seguía tonteando con el amigo de su clase, él empezó a verla con otros ojos. Ella se dio cuenta. Pero, ¿era tarde?
Ella se confundía de sentimientos.
Él no lo sabía.
Ella seguía callando su amor.
Él acabó sintiendo lo mismo.
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Mil y una noches de lectura. ©
RandomSi lo que quieres es una corta historia antes de irte a dormir, para leer en el autobús o simplemente porque te aburres, éste es tú libro ideal. ¿Te atreves a abrirlo?