52. Una historia malévola.

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Estaba esperando el autobús para ir a casa de mi amiga cuando los vi. Mi estúpido ex-novio con una niñata de unos 13 o 14 años. ¿¡Qué cojones!? Lo que me faltaba por ver. Entraron a un bar, decidí seguirlos. La verdad es que no se muy bien por que, instinto de ex-novia, supongo.

Fueron hasta una mesa reservada. Me quedé en la barra del bar. Agradecí que las luces estuvieran apagadas y la única luz era la bola de discoteca que giraba en lo alto del techo. La música estaba muy alta por lo cual no pude oír mucho. De hecho no oí nada.

Después de casi dos horas de largo tonteo y algún que otro manoseo rápido, por fin se levantaron. Era muy tarde así que decidí seguir a esa niña hasta su casa. Seguía preguntándome porque hacía esto. Él ya no me importaba. ¿O si? Me sentía algo confusa. Mi corazón y mi mente libraban una batalla y no estaba claro cual iba a ganar.

La fui estúpida optó por ir por un callejón paras no llegar tarde. Que patética por Dios. Mi ex se ofreció a acompañarla, como no, pero ella se negó. Se notaba mucho que quería hacerse la mayor delante de él. Sería una pena que le pasara algo...

De repente una idea fría y malévola se pasó por mi mente. Estaba celosa. Pero, ¿debería estarlo? Quiero decir, habíamos roto hace ya dos meses pero le seguía viendo en la Universidad y todo eso.

Me daba igual. Cuando la pillé sola fui a por ella.

-¿Te crees muy guay por andar con tíos mayores? -Dije a sus espaldas.

Se quedó quieta luego se dio la vuelta lentamente y me miró aterrorizada. Cómo una oveja mirando a un lobo feroz, una loba en este caso.

-Es algo tarde ¿no crees? Deberías estar acostada ya, no vaya a ser que te pase algo.

Hizo ademan de correr, pero la pillé a tiempo. La tiré al suelo. Me puse sobre su cintura. La agarré por la manos. Hice que me mirara a la cara. Quería que supiera quien era. Empecé a golpearle la cara.

-Veamos si le gustas después de esto.

Seguí golpeándola. Ella gritaba pero no había nadie que escuchara sus gritos doloridos. Al cabo de un rato empezó a llorar. Paré. Ya tenía lo que quería. Me levanté y me fui tranquilamente.

Y lo volvería a hacer mil veces, porque no me arrepiento en absoluto.

Mil y una noches de lectura. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora