Historias de verano. Ese era el único tema del que hablaban mis amigas. Resulta que se iban a ir a la playa de vacaciones y estaban super emocionadas por encontrar su ''amor veraniego''. Yo odiaba esas cosas. Me parecía ilógico que pudieras enamorarte de alguien en tan poco tiempo. Era muy poco tiempo.
Pero cuando me tocó a mí pasar uno de esos estúpidos amores de tres meses, me arrepentí mucho de todo lo que había dicho.
Era el verano más caluroso que había visto en mi vida. Mis padres y yo fuimos a visitar a mis tíos a la playa. Todo allí era espectacular. Me pasaba el día mirando al agua. Sintiendo las olas sobre mis piernas. Respirando el húmedo aire típico de la playa.
Mis primos y yo, íbamos todos los días a lo que habíamos llamada ''El rincón secreto''. Era una parte de la playa muy difícil de alcanzar, pero las vistas merecían la pena. Ademas de que sólo estábamos nosotros tres.
Un día tuve que retrasarme para ir, ya que tenía que ayudar a mi madre y a mi tía con la comida. Al llegar al Rincón pude diferenciar claramente tres personas. Espera, ¿tres? Mi prima, mi primo y alguien que no conocía para nada. Pero que me capturó al instante. Estaba tan embobada mirándolo que no me dí cuenta de que el también me miraba y mis primos me estaban gritando que bajara ya.
Al llegar a la orilla me di cuenta de que este misterioso chico, era más atractivo de cerca que de lejos. Tenía el típico pelo rubio y alborotado de un playboy y los ojos más azules que el mismísimo cielo. Al presentarnos no pude evitar esbozar una sonrisa. Él sonrió. Y al hacerlo ví otra cosa perfecta. Sus hermosos y blancos dientes.
Cada día que íbamos al Rincón él estaba ahí. Ya fuera tomando el Sol, surfeando o simplemente nadando. Cuando le veía, se me formaba un nudo en la garganta, el corazón me daba mil vueltas y mi estómago parecía un zoológico. ¿Estaba enamorada?¿Yo?¿La chica que odiaba los amores de verano?
En una ocasión mis primos se fueron al cumpleaños de un amigo suyo y dado que yo no conocía a nadie de allí me fui a la playa yo sola. Como siempre, él estaba allí, tomando el sol. La pasamos muy bien aquel día. Fue, posiblemente el mejor de todo el verano. Al hacerse tarde me llevó a casa, me dejó en la puerta de la verja y se dispuso a irse. Quería decírselo. Quería que lo supiera y quitarme ese peso de encima. Pero no lo hice. Lo dejé irse. Al fin y al cabo, así son los amores de verano.
ESTÁS LEYENDO
Mil y una noches de lectura. ©
RandomSi lo que quieres es una corta historia antes de irte a dormir, para leer en el autobús o simplemente porque te aburres, éste es tú libro ideal. ¿Te atreves a abrirlo?