Yo era la típica chica normal que salía los fines de semana. La que hacía sus deberes. Pero llegó el. Ese extrovertido chico que me cambió por completo.
Todo empezó en el parque. Yo estaba esperando a mis amigas y entreteniéndome con el móvil cuando un chico alto, de ojos castaños y pelo rebelde se acercó a mí. Me preguntó por la hora. Pero quería saber algo más. Le dije que estaba esperando a mis amigas. Se quedó para acompañarme y que no estuviera sola. Me sentía incómoda. Me sentía incapaz de mirarle a la cara. Tuve que sentarme en un banco para que mis piernas no me traicionaran. ¿Por qué estaba así? Quizás porque él parecía algo más mayor. Era la primera vez que lo veía, nunca me había cruzado con él en los pasillos del instituto. Y eso que llevo ya cuatro años ahí.
Estuvimos hablando hasta que se llegaron mis amigas. Les pregunté si sabían algo de él, pero ninguna sabía nada y si lo sabía, no lo decía.
Al día siguiente me lo volví a encontrar. Esta vez en el supermercado. Estuvo ayudándome a hacer la compra y hablamos de cualquier cosa. Pero yo seguía atascándome cada vez que esos ojos oscuros me miraban. Fingía mirar cualquier artículo por estúpido que fuera.
Averigüe algo sobre él. Resulta que era cuatro años mayor que yo. ¡Cuatro años! A mi me parecía muchísimo. Lo sé. Era poco. Pero yo era de esas que decía que la edad si importaba.
Siempre que iba a alguna parte me lo encontraba. Algunas veces salía aposta solo para ver si le veía. ¿Me estaba obsesionando? O peor aun, ¿enamorando?
Quedar con él ya era algo normal. Me llevaba al instituto. Me recogía. Quedábamos por la tarde y chateábamos por la noche. Mi vida pasó de basarse en mi vida social, a girar a su alrededor. Alrededor de ese pelo rebelde. De esa risa contagiosa. De esos ojos profundos. De él.
Me era imposible pasar los minutos sin él. Era mi droga. Pero era demasiado adictiva. Mis notas empezaron a caer en picado. Mis amigas apenas me avisaban para salir. Los deberes eran algo estúpido para mí. Me estaba consumiendo. Estaba dejando que él tomara el control. Solo hacía lo que a él le gustaba. Íbamos a los sitios que él elegía. Vestía la ropa que sabía que a él le volvía loco. Él. Él. Él. Mi mundo paso de ser la Tierra a ser, simplemente él.
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Mil y una noches de lectura. ©
RandomSi lo que quieres es una corta historia antes de irte a dormir, para leer en el autobús o simplemente porque te aburres, éste es tú libro ideal. ¿Te atreves a abrirlo?