Estaba tan enamorada de aquel chico. Tan pérdida en su mirada. Cada vez que pasaba por mi lado enloquecía. Mis piernas temblaban. Mi respiración se aceleraba. Me sentía débil. Vulnerable a sus encantos. Él no me conocía. Pero yo lo sabía todo acerca de él. Sus gustos, sus aficiones, sus sueños. Todo. En muchas ocasiones me sentía como una acosadora. Como una leona esperando el momento oportuno para atacar a su presa. Quería parar. Dejarlo pasar. Pues él ni sabía quien era yo. Había cientos de chicas a su alrededor. En su clase. En su barrio. ¿Cómo iba a fijarse en mi?¿Por qué? Pero no podía dejarlo escapar. Ya me habían roto el corazón por crearme falsas esperanzas. Aunque, ¿no lo estaba haciendo ahora? Le observaba desde la distancia. Admiraba su belleza, su forma de hablar, su risa. Su encanto en general me hacía perder la noción del tiempo. En las clases, solo podía pensar en él y en la remota posibilidad de que algún día me dijera algo. Por mas mínimo que fuese. Pero eso no pasó. Y cada día tenía menos fe en que pasara. Hasta que un día me harte. De todo. De intentar algo inútil. De perder mi vida en algo perdido. De perderme todo lo que ocurría todo a mi alrededor por una obesión.
ESTÁS LEYENDO
Mil y una noches de lectura. ©
De TodoSi lo que quieres es una corta historia antes de irte a dormir, para leer en el autobús o simplemente porque te aburres, éste es tú libro ideal. ¿Te atreves a abrirlo?