44. Un triste día de febrero.

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¿Qué haces si tu mejor amiga se suicida?¿Cómo te sentirías? Bien pues os diré como me sentí yo.

Era febrero. Todavía hacía frío y mucho viento. Mi mejor amiga y yo habíamos salido a dar una vuelta, pero como hacía mucho fresco entramos a un Burger King y pedimos algo para comer. Todo iba bien, pero de repente cambió algo en ella. Su cuerpo se tensó. Empezó a tartamudear. Parecía algo nerviosa. Pero eso no fue nada comparado con lo que vino después.

Poco rato más tarde vi como su mirada se oscurecía. Juraría que hasta podía oír su corazón. Unas lágrimas parecía que iban a escaparse en cualquier momento. De repente se levantó de la silla y salió corriendo. ¿Qué había pasado? Miré por todas apartes en busca de una pista, pero no vi nada.

Llamé a casa. A su móvil. A sus amigos. A todo el santo mundo. Pero no había rastro de ella.

Al día siguiente no vino al instituto.

Pasaban los días y seguía sin aparecer. Esto me preocupada.

Estaba viendo las noticias. Allí estaba la peor imagen que podría haber visto jamás. Y es que no hay nada peor que ver el cuerpo de tu amiga, o más bien su cadáver, recién sacado de un río cerca de nuestro pueblo.

Sentí que me iba a morir. Mi mejor amiga. La que conocía todos mis secretos. Todas mis peñas. Mis dolores. La única que sabía comprenderme. Que me ayudaba. Ahora ya no estaba.

Algo se rompió dentro de mí. Algo que supe que jamás podría arreglarse.

En el insti todo el mundo hablaba de ella. La mayoría compañeros de su clase. Otros gente que ni la conocía pero se había enterado de lo sucedido. Incluso los que la odiaban, ahora lloraban su muerte. Que hipócrita es la gente.

Pero de todos ellos yo era la que más sufría. Volvía a casa y esperaba a recibir un mensaje que jamás iba a llegar. Deseaba que volviera. Que tocara la puerta de mi casa y nos fuéramos a algún lugar como solíamos hacer siempre.

Los viernes era el peor día. Me traía muchos recuerdos. Todos los viernes íbamos al lago. El mismo lago en el que ella decidió quitarse la vida. Ahora entiendo muchas cosas.

Siempre que íbamos miraba al lago con dolor. Pensando en hacer algo. Pero siempre se acobardaba. Ahora sé porque. Y lo que más me duele es que yo veía su dolor. Supe desde el principio que algo iba a mal. Pero no hice nada. Y es que la culpa en parte también es mía.

Mil y una noches de lectura. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora