4. Una parada de autobús.

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Una parada de autobús. Podría decirse que allí empezó todo. Una chica común y corriente. Con la cabeza metida en los libros y los oídos tapados por sus cascos. Un chico tímido. Enamorado. Ella solo buscaba a alguien que la comprendiera. Él buscaba una razón para seguir amando.

Un día, la chica vino como cada mañana y se sentó en el banco de la estación de autobús a esperar como siempre ese gran vehículo rojo. Pero hoy algo era distinto. A su lado, un precioso cuaderno de tapas negras brillaba por el reflejo del sol. Ella no era muy cotilla, pero cada vez que se le presentaba la oportunidad de leer algo la aprovechaba. Todo el cuaderno estaba en blanco. Todo salvo la primera página. La leyó. Era una carta de amor. Una declaración. Miró a su alrededor, pero no había nadie. Era para ella.

Aquel día empezó todo. Recogía el cuaderno por la mañana. Leía la página correspondiente y escribía la suya propia. Algo así como un chat en un cuaderno. Por la tarde, escondía el cuaderno debajo del banco y a la mañana siguiente vuelta a empezar.

Una mañana, como todas las demás, la chica fue a la parada de bús. Pero aquel día no había cuaderno. Buscó por debajo del banco, por los lados. Por todas partes. Pero nada. Se sentó. Estaba triste. Decepcionada. ¿Que habrá hecho? Entonces un chico alto, moreno, de ojos verdes y mirada seductora se sentó a su lado. Le entrgó el cuaderno de tapas negras. Se miraron. Quizás fue por un segundo. Quizás fueron minutos. Pero daba igual. Porque sus miradas se habían encontrado por fin.

Mil y una noches de lectura. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora