Me sentía vacía. Algo cambió hace tres meses.
Todo ocurrió el día que me quede embarazada. Yo me negaba rotundamente a tener ese bebé y decidí que lo mejor sería abortar. Fui a la clínica. Aborté. Todo salió perfecto. Mi vida siguió igual. Mi novio y yo estábamos mejor que nunca y todo era perfecto.
Pero un mes después las cosas empezaron a cambiar. Era verano y solía salir muchas veces. Veía a madres, algunas jóvenes y otras más mayores, abrazando a sus hijos. Disfrutando de ese regalo. Entonces empecé a echarlo de menos. A mi hijo. A pensar que de haberlo dejado nacer ahora mi tripa habría crecido, y pronto podría sentir como se movería dentro de mí.
Cada día veía más madres, embarazadas y niños. Era como si el destino ahora me devolviera el golpe. El mismo golpe que el que yo le dí a mi hijo. Él podía sentir. Tenía un corazón que latía y solo esperaba salir y poder ver el rostro de su madre, osea yo. Pero ahora, solo podría ver el rostro de su asesina.
¿Cómo pude hacer tal cosa? Mucha gente me dijo que era lo correcto. Que mi edad no era la adecuada para tener hijos. Que debía esperar. Vivir la vida.
Pero ahora me doy cuenta que se equivocaban. Ahora me doy cuenta de que he cometido el peor error de mi vida.
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Mil y una noches de lectura. ©
AcakSi lo que quieres es una corta historia antes de irte a dormir, para leer en el autobús o simplemente porque te aburres, éste es tú libro ideal. ¿Te atreves a abrirlo?