20. Nadando en un mar de mentiras.

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Era la chica más feliz del mundo. Hoy por fin había sucedido. El chico del que estaba enamorada se me declaró. Me dijo las cosas más hermosas que había oído jamás. Me dio el beso más dulce que podría haber recibido. El mejor día de mi vida.

Pero ojalá todo fuera tan perfecto como yo quería. Quedábamos muy pocas veces. En los pasillos del insti muchas veces me veía, pero pasaba de mí. Aun así, yo estaba cegada por el amor y no me daba cuenta.

A veces hasta tenía que obligarle a que estuviéramos juntos. Pero siempre se iba a su casa muy temprano. Una vez lo seguí. Estaba harta de tanto estúpido misterio. Al fin y al cabo era mi novio, ¿verdad?

Me equivoqué.

Le seguí hasta llegar a una especie de descampado y allí la ví. Una chica espectacular. Un pelo rojizo hasta las caderas. Ojos verdes esmeralda. Flaca. Alta. Perfecta. Pensé que sería amiga suya, pero los amigos no se besaban, ni se manoseaban tanto. ¿Cómo pude ser así de idiota?¿Cómo me pude creer el cuento de que llegaría a quererme?¿De qué sería tan importante para él como lo es ella?

Volví a casa. Me encerré en mi cuarto y no mentiré, me tiré todo el día llorando. Estaba destrozada. Era como si te acabaran de dar tres golpes con un martillo por todas partes. Me sentía rota. Estúpida. Ingenua.

Al día siguiente me preguntó que me pasaba. Pero él lo sabía mejor que yo. Solo le dije que se acabo. Que no iba a salir con ningún hipócrita como él. Que se refugiara en los brazos de su diosa pelirroja.

Mil y una noches de lectura. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora