Treinta y ocho

6.9K 639 887
                                    

Asombrosa portada de @-werewolf 👌👌👌 background by @ValeryHoranHemmings 😙😙😙 MUCHISIMAS GRACIAS CHICAS! Está lindísima!💛💛😍😁

Capítulo 38: No debo hacerme análisis de sangre ahora mismo o sino el médico me prohibirá los chocolates y demás cosas dulces.

Se le sumaba una semana y media más a mi distancia con el fanboy. Mientras tanto Hugo y yo cada día nos volvíamos más cercanos, y cada día lo buscaba más. Hablábamos prácticamente todo el día, él me escribía todo el tiempo, y no, no nos quedábamos sin tema de conversación. Era increíble.

A mí primeramente me fue raro, un poco incómodo, ¡y él quitaba tema de cualquier lugar! Sospechar que tenía un libro guía para hablar de boludeces sería lógico. Los primeros tres días yo le decía: "Em, nos vamos a aburrir, te vas a aburrir de mí, yo me voy a aburrir de vos, vas a descubrir que soy una tipa aburridísima y vas a desaparecer". Y él se reía de mí y me contradecía e insistía, aun cuando yo todo el tiempo le dijese que me iba a pudrir de su existencia, y que hablar se iba a volver monótono y tedioso.

Pero vaya que eso no lo detuvo. Me regañaba cada vez que le dejaba en visto, y si le decía que no sabía más qué decir, me decía: "podes admitir que te gusto". Pff, niño pedante.

Se enojaba si no contestaba pronto (lo cual siempre fue mi hábito), si lo dejaba en visto (como ya mencioné) y si era cortante, en conclusión: parecía una chica. Y ni crean que eso era un pensamiento que se mantenía enjaulado en mi cabecita, porque se lo decía y repetía cada vez que me reclamaba, y me burlaba de él porque era así, y le explicaba que para mí esas cosas no eran motivo de enojo, que si a mí él me dejaba en visto o no me contestaba enseguida, yo estaba tranquila, que nunca me importaron esas cosas y que ¡deje de ser tan nena!

Hasta que...

Me empezó a importar.

Me empezó a molestar la velocidad en la que contestaba, aunque fuesen sólo unos minutitos de tardanza (o incluso segundos), ese tiempo era una tortura. Todo el tiempo revisaba mi celular a ver si ya contestó, sus mensajes matutinos antes del colegio deseándome "buenos díaas rosii" (con los emoticones del sol y los dos corazoncitos rosaditos que están juntos) porque "él quería ser el primero en saludarme cada día", se habían vuelto una necesidad.

Hugo Caturelli hizo que todas esas boludeces de las que escuchaba quejarse a las demás chicas mientras yo rodaba los ojos, se volvieran también en mis quejas.

Y primero no quise admitirlo. Era una daga a mi orgullo, NO absolutamente NO, yo no me había vuelto una de ellas, no había adquirido eso que siempre me había hecho poner los ojos en blanco.

No, tampoco podía ser cierto que cele horriblemente, debo admitir, de Hugo Caturelli. Simplemente no.

Pero sí.

Baia baia que sí.

Hasta era tierna, y eso que al principio le decía a Hugo que se deje de estupideces, que me deje en paz, que me ponía incómoda, que ya no me diga más esas cosas, que yo ya ni sabía cómo responder, de verdad me molestaba lo gay que se podía poner el mellizo este. Cada cosa que me escribía, me hacía sentir en una novela, yo me pasaba burlando y en mi cabeza decía "no, pisa tierra boludo, esto es la vida real y no puede ser así", le repetía "yo no soy de esas chicas, con esas cosas mega golosas que me decís no me vas a ganar, no vas a causar nada en mí, y ni pienses que yo te voy a responder tierna también". "Olvídate luego" le había dicho.

Y: baia baia Rossana, duraste casi cuatro días con esa postura. Por supuesto que no le admitiste todavía que te morís de ternura cuando te escribe esas biblias, que te morís de ansiedad si no te responde rápido, y que te morirías si te dejase de escribir ahora.

FanboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora