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Capítulo 8

Los próximos días no fueron justamente como hubiera esperado. Me agotaba eso de estar pendiente de todo lo que hacía delante de Matías, cuidar la manera en la que actuaba, evitar despertar sospechas. Y como las cargas de conciencia me hacían la vida miserable, se me hacía casi imposible disfrutar las cosas buenas que sucedían.

Una noche, cuando Matías regresó triste a la casa y me trató con cierta distancia, supe que la situación iba de mal a peor. Y para mi desgracia, no me equivoqué.

—Sólo estoy cansado. —se justificó un día, cuando por fin me atreví preguntar si pasaba algo

—Llevas ya dos días actuando muy distinto.

Noté su puño apretado y la mueca que hizo, estaba segura que empezaría a gritarme. En cambio, soltó un suspiro para luego contestar con calma.

—No te preocupes. Estoy bien.

Mentira. Sus ojos reflejaban preocupación y tristeza, eso no había podido ocultarlo tal como lo hacía con sus problemas. Avancé y cogí su cara entre mis manos, obligándolo a que me mirara.

—Puedes decirme lo que sea... —aseguré— Confías en mí ¿cierto?

—Estoy bien. —insistió

—Matías...

Hubiera preferido que lo soltara todo, a gritos si fuera necesario. Pero no que me mirara de esa manera, mientras sus palabras decían otra cosa. No era capaz de adivinar qué le sucedía y él no parecía querer abrir su corazón.

—Mejor vamos a descansar ¿sí?

—Pero...

—Te amo. —añadió, exhibiendo una pequeña sonrisa, luego besó mi mejilla y se fue al cuarto

Mi vista se nubló por las lágrimas y mi corazón se retorció. Me dolía que Matías me mintiera y más me dolía comprobar que estábamos mal. No podía engañarme más a mí misma, las cosas no iban a mejorar, el pasado no iba a esfumarse.

Al oír que se había metido a ducharse, aproveché y me dirigí rumbo al dormitorio. Quería dormir, hacerlo antes de que el regresara. Me acurruqué en la cama, mientras las lágrimas caían de mis ojos sin cesar, empapando la almohada. Terminé llorando por buenos ratos y me di cuenta demasiado tarde de que Matías había regresado. Hundí mi cara en la almohada, guardando silencio, aún sabiendo que ya me había oído.

Poco después sentí que se acostaba a mi lado, pero no dijo nada. El silencio invadió el lugar e inútilmente esperé que llegáramos a hablar de lo sucedido.

***

—No quiero hacerte daño. Eso es todo. —confesó la mañana siguiente, mientras bebíamos el café

Quedé observándolo y parecía bastante apenado. Otra vez tenía la impresión de que me había hecho algo y ahora sí que no lo comprendía. Tal vez era el pasado que empezaba atormentarlo.

—Te juro que lo intenté. —añadió— Traté de hacer todo lo posible...

—Matías, no entiendo.

— ¡Quiero hacerte feliz y no lo logro! —soltó exasperado

— ¿Cómo que no? Mat si yo soy la mujer más feliz a tu...

—No lo eres. —replicó con amargura— Casi todos los días te veo triste, pensativa, como si algo te preocupa...

Eso desvaneció el misterio. Otra vez, la culpa la tenía yo. Al parecer, había fracasado en el intento de ocultar.

— ¿Qué estoy haciendo mal...? —cuestionó— Dime y trataré de...

— ¡No! ¡Deja de culparte!

— ¡Es que no quiero volver a-

— ¿A qué? —pregunté al ver que no iba a terminar la frase

—No, nada...

—Ibas a decir algo. Por favor, continúa.

—No es nada.

— ¡Otra vez me vas a mentir! —estallé

Agrandó los ojos ante mi grito y un silencio agobiador remplazó las palabras. Decidí esperar, ya que no había conseguido controlarme tal vez al menos lo hacía hablar.

— ¿Lo dices por lo de anoche?

—En parte.

— ¿¡Qué!?

—Mat ¿Qué quisiste decir hace rato? —insistí para evitar responderle— ¿Qué es eso que no quieres volver a hacer?

—No importa.

—Pues si quieres no herirme, no me ocultas cosas. —exigí

Me sorprendió lo tajante que había salido esa frase. A lo mejor estaba exagerando un poco, al fin y al cabo era la última persona con derecho a reclamarle. Me di la vuelta con el propósito de ir a otro cuarto pero no pude dar ni un solo paso. No podía dejarlo así. Respiré hondo y volví a donde él estaba, dispuesta a pedirle unas disculpas.

—Fui un verdadero imbécil en el pasado. —reveló, haciéndome tragar mis palabras

— ¿Cómo?

—Y no quiero volver a serlo. Si no soy capaz de hacer algunas cosas bien, al menos te debo la verdad...

—Mat...

—Sólo espero que no me odies. —continuó— No lo soportaría, por eso jamás hablé. Elsa, yo...

—Si no puedes, no es necesario que...

—He hecho mucho daño. —dijo, ignorándome— Hace años, me acosté con una chica, teniendo novia.

No me miró en los ojos al decirlo. Y yo no mostré asombro ante algo que ya conocía. Sin embargo, no pude ignorar lo arrepentido y avergonzado que estaba. Lo difícil que le resultaba tocar el tema.

—Sonia no se lo merecía... Mucho menos descubrirlo con sus propios ojos. Como era de esperarse, me dejó. Sufrí pero de seguro no fue nada comparado con lo que la hice sentir a ella. Me burlé de la peor manera. Me había entregado su corazón y lo hice pedazos. Lo eché a perder todo...

—Mat...

Fue lo único que logré decir. No tenía ni la mínima idea de cómo reaccionar.

—Me sentí una basura. Sentí que las mujeres no merecían tenerme cerca.

—Fue sólo un error...

— ¡Fue algo despreciable! Un engaño no tiene justificación alguna. —señaló con cierta rabia y mi corazón se detuvo

—A veces puede pasar sin que lo planeemos... —dije hablando de mi propio error— A veces engañamos sin querer...

—Eso no existe. —objetó

Sentí que me derrumbaba. Algunas de mis dudas se iban resolviendo; como por ejemplo la que se refería a su reacción y la posibilidad de perdonarme. Con lo que me había dicho, supe que Matías jamás iba a perdonarme por haberlo engañado.

— ¿Quieres decir que tú sí quisiste engañarla?

—Un error me llevó a otro y... Fui a esa fiesta por voluntad propia, bebí sin que nadie me obligara a hacerlo, ¡ella se me acercó y no hice nada para detenerla! Por lo tanto soy responsable.

— ¿Y si el alcohol nos hace perder el control?

— ¡Pero nosotros somos los que elegimos consumirlo! Nadie nos obliga... Vamos Elsa, hasta parece que tratas de buscarme justificaciones.

En realidad buscaba justificar mis propios actos. Buscaba alguna señal que me diera esperanza. Pero con esa conversación tenía la certidumbre de que el día de la verdad iba a ser el final de nuestra relación.

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora