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Capítulo 20

Lo miré sin parpadear, tratando de examinar con atención cada una de sus palabras. Parecía demasiado irreal. Examiné hasta la manera en la que lo había dicho y la mirada que me dirigía. Empezaba comprender porque no me veía con resentimiento.

— ¿En serio crees eso?

—Es que fue él quien te sedujo, tenía intenciones muy claras. Y supongo que tu estado te impidió oponerte... ¡La idea es que José es el principal responsable!

— ¿Y eso va a cambiar algo entre nosotros...? —pregunté algo insegura

—Siempre intenté aferrarme a algo para...

— ¿Para?

No hubo respuesta y me quedé con la confusión.

—Matías...

—No importa. Yo me entiendo.

—Pero yo también necesito entender. —señalé desesperada

—Ahora tengo la prueba de que fuiste víctima del alcohol y de ese mujeriego. ¡Necesitaba una prueba!

— ¿Hasta ahora pensabas que yo había tenido la intención de engañarte?

—No... Sí... No sé. Entiéndeme.

Resoplé. Ya no entendía nada, ya no sabía que había en su mente.

—Hace rato dijiste que te sirve eso que te dijo José. ¿De qué te sirve? ¿Qué va a cambiar ahora? —cuestioné

Sólo me miró.

—Matías, me estás... No te entiendo y tampoco me ayudas.

— ¿Para qué decirlo? ¿Para qué te hagas ilusiones y luego sufras? Lo nuestro acabó y tal vez sería un error tratar de...

— ¿Quieres perdonarme? ¿Es eso?

Avancé un paso y pude notar que lo ponía incomodo tenerme tan cerca. Recordé todo lo que me había dicho Marcos y eso me animó a hacer una locura. Suprimí la poca distancia que aún había entre nosotros y besé sus labios. Lo que al principio debía ser un beso corto y tierno terminó convirtiéndose en una descarga de sentimientos, una manera de expresar todo lo que habíamos guardado dentro. Cogí su rostro entre mis manos, como para impedir que se alejara y seguí probando esos labios que tanto había echado de menos.

—Elsa... —jadeó, sin despegarse de mí, aún bajo efecto de aquellos besos

—Te amo. —declaré

Sentía su respiración entrecortada en mi rostro y observaba el deseo en sus ojos. Mis manos se negaban soltarlo y acariciaban sus mejillas. Como lo había extrañado.

— ¡Dame otra oportunidad!

El corazón amenazaba con salirme del pecho. Me había atrevido rogarle que volviera conmigo y por primera vez no tenía idea de cómo iba a responderme. Sin poder evitarlo, la esperanza había vuelto a florecer y si me rechazaba el dolor iba a ser enorme.

—Quiero protegerte de mí. —apuntó

— ¿¡De ti!?

—De mi inseguridad, de mi desconfianza, de mis celos... ¿Podrías lidiar con todo eso?

— ¡Quiero hacerlo!

—No es justo... —murmuró

—Estoy dispuesta a todo. Lo único que deseo es recuperarte, amor.

Sus ojos bajaron hacia mis labios y soltó un suspiro. Por un instante pensé que iba a besarme. Sin embargo, más allá del deseo y de sus sentimientos, algo le impedía volver a mí. No sabía si su miedo a herirme o más bien el miedo de que yo volviera a hacerle daño.

—Soy la que rompió tu corazón... Y la única que puede sanarlo.

¿No qué había decidido que las promesas bonitas no tenían valor? Y aún así estaba en frente de él, tratando de envolverlo, tratando de convencerlo, suplicando por esa oportunidad. No sabía si había sido por el beso o por las palabras de Marcos pero de pronto un deseo enorme de volver con él se apoderaba de mi alma.

—Elsa... —susurró al notar mis intenciones de volver a besarlo

Mis brazos rodeaban su cuello y mi nariz rozaba con la suya. Nuestras miradas cruzaban y nuestras respiraciones eran irregulares. Quizá esa no era la manera de persuadir a un hombre. Me estaba aprovechando de que mi cercanía no lo dejaba indiferente y que, para mi sorpresa, no lo hacía rechazarme. Aún cuando había sido de otro.

— ¿Por qué me sigues hechizando? —preguntó, colocando sus manos en mis caderas— Debería estar muy, pero muy lejos de ti.

—A lo mejor nuestro amor es más fuerte que todo.

—Me estas atrayendo en este peligroso juego y estoy a punto de caer.

— ¿Juego?

—Seré estúpido peor igual logro entender que tratas de seducirme.

— ¿¡Seducirte!? —me hice la inocente

—Sí, Elsa.

—Pero nada te impide alejarme. —repliqué

Lo dejé mudo y no hizo más que fijar sus ojos oscuros en mí.

—Vamos, hazlo. —lo reté, aún nerviosa al pensar que iba a hacerme caso

—Te equivocas. Hay mil motivos para alejarme. Pero también mil razones para dejar que me enredes.

Esta vez fui yo la que se quedó sin palabras.

—Muchas veces quise buscarte. —confesó— Y ahora que estás en mis brazos, la tentación de no dejarte ir me... En este mismo instante, me vale que puedas pisotear mi corazón otra vez. Porque no sé si es mayor el infierno al vivir sin ti o al vivir contigo.

—Yo no quiero hacerte vivir un infierno.

—No creas que si volvemos todo será como antes.

—Un día quiero que sea aún mejor... —contesté en un hilo de voz

— ¿De verdad quieres arriesgarte?

— ¡Sí!

—Dios... —murmuró, desviando la mirada

Estaba cediendo, estaba a punto de aceptar. Mis ojos se nublaron por las lágrimas y el temblor se adueñaba de mí ser. Era demasiado perfecto para ser real y demasiado peligroso a la vez.

—Hay que... tomarlo despacio.

— ¡Aceptas! —solté emocionada— ¿Lo aceptas?

—Es una locura. Pero sí.

Quedé helada; con la boca abierta, los ojos grandes y las manos inmóviles en sus hombros. Su respuesta sonaba como un eco en mi cabeza y su decisión me hacía perder la razón. Por buenos segundos no logré reponerme y salir del asombro.

—Oye, Elsa... ¿Me escuchas?

—Es... No creí que ibas a...

No lograba acabar ni una frase, aún me costaba trabajo asimilarlo. Era cierto, era lo que tanto había deseado. Pero al comprobar que mi sueño se hacía realidad, mil emociones me asediaban.

— ¡Gracias!

—No. Al menos no aún. Será difícil.

—Lo sé, lo sé. Pero es que...

Dejé de hablar y apoyé mi cabeza en su hombro, mientras lo abrazaba con fuerza. El me correspondió y lo oí suspirar. Sí, estábamos locos. Tal vez nos habíamos precipitado. Pero lo estaba recuperando y eso era lo único que importaba en aquellos momentos.


¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora