15

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Y aquí está el capítulo 15. Aunque técnicamente ya es otro día porque aquí son las 12:18 AM.

Miro con rabia el nuevo regalito, como si eso bastara para hacerlo desaparecer. Es que me aterra tener que volver adentro y enseñárselo a Matías, sobre todo por la menera en la que reaccionó la última vez. Encima esto está arruinando nuestro momento de pareja. Maldito sea el que hace esto.

De vuelta a la cocina, encuentro a Matías quieto en su asiento. No está comiendo, supongo porque me está esperando. No hace falta que yo saque palabra, pues puede ver con sus ojos por qué nos buscaron a esta hora. Y su buen humor se esfuma.

―Otra vez ―me quejo y pongo la caja en la mesa―. Me desespera.

― ¿Puedo?

Estira la mano y adivino que quiere leer la nota. Se la entrego, luego ocupo mi asiento y quedo observándolo miedosa. Al terminar, chasquea la lengua y arruga el papel.

―Y ahora ni siquiera había mensajero. Dejaron esta basura en el suelo.

Asiente lentamente. Lo pone de malas, puedo notarlo.

―No es placentero saber que hay alguien interesado en ti. ―confiesa

―Tampoco es placentero no saber como hacer que pare con esto. ¿Qué hacemos? ¿Por cuánto tiempo piensa seguir?

―Tratamos... de ignorarlo. Y cuando los traiga el mensajero, le dicemos que no aceptamos. ¿Te parece?

―Sí. Sólo que, por lo visto el misterioso hombre ya tomó en cuenta ese detalle... quizá por eso los deja en el suelo. Matías, te juro que no sé quién es. Si supiera, estas cosas no llegarían aquí, delante de tus ojos. ¿Qué ganaría? Si te estuviera engañando, no estarías recibiendo-

―Lo sé ―interrumpe―. Lo sé.

―Me da tanta rabia que nos haya arruinado este momento.

―No. Podemos seguir disfrutando. Pero tendrás que pedir comida porque la mía no te gusta.

Me contagia con su repentina sonrisa. Y me tranquiliza un poco que intente superar este momento incómodo.

. . .

Hoy es sábado y aprovecho el tiempo libre para algo que me queda pendiente: hablar con Adela. No hemos vuelto a dirigirnos la palabra desde ese día cuando me consefó que está enamorada de Alfonso y lo defendió.

La avisé que vendría pero no se mostró ni feliz, ni molesta. Sólo dijo que me esperaría. Y ahora que estamos frente a frente, se cruza de brazos y espera que sea yo la que inicia la conversación.

― ¿De verdad no tienes nada que decirme?

―Tú viniste. ―replica tajante

― ¿Te parece justo que nuestra amistad termine por culpa de un hombre? ¿Al menos él te hace feliz?

―Se porta muy lindo conmigo. No tiene nada de ese monstruo que tú describías.

― ¿Lo hace? ¿Aunque se acuerda de mí cuando te ve?

―Te está superando ―avisa―. Lo estoy ayudando. Y por si te importa, ya salió del hospital.

Recuerdo con amargura los momentos en los que estuve a su lado, cuando temí por su vida. No me arrepiento, ese Alfonso con quien compartí un año de mi vida merecía eso y más. También merecía mi respeto y mi fidelidad, me siento orgullosa de mí misma por habérselas dado.

―No hables como si yo le deseo que le pase lo peor. ―decido responder

―Es que como estabas molesta por lo que le hizo a Matías...

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora