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Dos días más tarde, después de trabajo, paso primero por mi apartamento. Se me olvidaron unos papeles importantes y no puedo esperar. Ojalá al inquilino no le moleste mi presencia, no pienso quedarme por ahí.

Aunque tenga las llaves, decido tocar. Al fin y al cabo, hay alguien adentro que merece privacidad. En cuestión de minutos, la puerta se abre, revelándome un joven apuesto y sonriente.

― ¡Hola! Soy Elsa Gonzales, la dueña de este apartamento.

―Mi nombre es Enrique. ¡Encantado de conocerte! Podemos tutearnos ¿verdad?

―Eh, sí.

―Pasa, es tu casa. ―pide, sin perder esa inmensa sonrisa y ese tono... demasiado eufórico

―Sólo voy a coger unos papeles, no voy a estorbar. Perdona por venir sin avisar.

― ¿Cómo vas a estorbar? Puedes venir cuando quieras, no me atraparás haciendo nada sucio, tampoco me molestarás con tu presencia.

Ingreso al apartamento, sin reaccionar a su última respuesta; o intento de broma, o lo que sea. Me encamino hacia la sala de estar, donde hay ese mueble en cuyos cajones guardaba mis dibujos. Encuentro todo en su sitio, tal como lo he dejado. Menos mal que el tipo no anda rebuscando y encima parece ordenado. No tardo en hallar los papeles que necesitaba así que hago amago de salir.

― ¡Espera!

―Dime... ―murmuro con cortesía, sin dar ni un sólo paso más

―Me gustaría que habláramos. Quizá no estaría mal que conocieras al que vive en tu casa.

Es cierto que no nos conocemos, que es la primera vez que nos vemos, ya que Matías se encargó del contrato y de enseñarle este lugar... Pero ¿conocernos mejor? ¿Y eso?

― ¿Te sirvo algo? ¿Vino, quizá?

El alcohol me trae malos recuerdos; basta que me lo nombren para recordar aquel fatídico evento. No he vuelto a consumirlo desde que le fui infiel a Matías. Y esta vez no será la excepción.

―En realidad, no quiero nada. Me tengo que ir.

― ¿Cómo? No... Mira, es que te quiero contar un secreto.

Hago una mueca. No sé si son ideas mías o actúa extraño. O simplemente es una persona muy abierta y yo estoy en un momento en el que no me interesa socializar. Sólo quiero irme, pasar unos ratos con Matías, consentirlo y quedar pegada a él hasta que el sueño me gane.

Sin embargo, aquí sigo sin moverme, tratando de no ser ruda con Enrique. Mientras, éste no deja de sonreír.

―Yo sí te conozco, Elsa ―suelta tras un prolongado silencio―. Y no llegué a elegir este apartamento por casualidad. Lo hice por ti, para verte.

― ¿Qué?

Mi respuesta apenas se oye, de segura no llega a sus oídos. De repente me asusta este hombre. Empiezo temblar cuando comienza aproximarse.

― ¿No lo adivinas? ―cuestiona y no respondo― Soy tu admirador.

¿¡Qué!? ¿Cómo puede estar pasándome esto? Deseaba encontrarlo para exigirle que me deje en paz, sin embargo esta es la peor manera.

―No te asustes, no es como si fuera un delicuente. ¿O te parece delito enamorarte de alguien?

―Fue... una trampa. Te metiste aquí, firmaste el maldito contrato... y apenas luego se te ocurrió decirme esto. Supiste que no iba a recibirte y-

―Oye, respira. Tranquila.

― ¿Quién diablos eres? ¿Cómo me encontraste? ¿Desde cuándo me estás persiguendo? ¡Contéstame!

¿Aún planeamos la boda? © |  LIBROS I & II COMPLETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora